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SER UNIVERSITARIO

La hora de la sociedad civil

Fotografía

Por Álvaro AbellánTiempo de lectura3 min
Opinión13-11-2005

La manifestación del 12-N “Por la Libertad y la Calidad de la Educación” fue un éxito. Pero no un éxito de derechas ni de obispos ni de conservadores ni de radicales. Fue un éxito de la sociedad civil. Una sociedad civil hasta hoy invisible, constituida por esa clase media que trabaja, sufre, padece y calla. Una sociedad civil que empieza a tener conciencia de sí gracias a movilizaciones como la del 12-N, que trascienden el ámbito de las ideologías, y demás intereses de casta, gremio o minoría. Una sociedad civil unida por su amor al estado de libertades y bienestar conquistado, unida por su capacidad de trabajo y entrega silenciosa a la construcción de nuestro país, unida por unos lazos familiares capaces de superar el paro, los sueldos miserables y los problemas sociales como no recuerda el resto de Europa, y como ya echa de menos la convulsionada Francia. Una sociedad civil que ha aguantado lo inimaginable hasta que, una vez más, la casta política le escupe una ley de educación sin pies ni cabeza y sin un consenso que garantice la calidad y estabilidad a largo plazo. Sin incidentes, sin destrozos y sin ensuciar apenas, los más radicales de la manifestación fueron los grupos de chicos y chicas quinceañeros con vaqueros y cazadoras sin marca que gritaron, cantaron, bailaron y ondearon pancartas y banderas sin parar, y animaron al público del resto de edades a hacer lo propio. Las más agresivas, unas niñas que pidieron la dimisión de ZP a gritos mientras pasaba la cabeza de la manifestación y un único policía nacional las retenía tras una invisible línea imaginaria con su mera presencia. Embarazadas de ocho meses, carritos con bebés, niños pequeños, minusválidos en sillas de ruedas y ancianos se entremezclaban entre la multitud sin que se registrara un solo incidente de gravedad. Canciones alegres, gritos festivos, muchas conversaciones animadas e incluso profundas durante la marcha y entre personas que no se conocían, y tertulias tras la manifestación y en los cafés de alrededor dan una idea de quienes y con qué actitud se vieron las caras el pasado 12-N en Madrid. “Quiero un crédito Montilla para pagar los estudios de mi hijo”, apareció escrito en cartel blanco sobre un árbol de la Castellana. “Dice el hipócrita de Gabilondo que se fue a París para volver a sentirse como un becario”, comenta otro que sabe lo que es ser becario, y lo que cobra Gabilondo. Y, sobre todo, muchas razones por las que la LOE es la gota que colma el vaso, muchas reflexiones sobre lo mucho que se ha aguantado en silencio y muchas ganas de seguir movilizándose a partir de ahora. Es probable que esta movilización no haga recular a Zapatero; pero lo que es cierto es que es la clase media española empieza a ser consciente de su poder, está encontrando la forma de expresarse y empieza a articular medios para ganar influencia pública. Ya está bien de minorías nacionalistas o sociales poderosas que imponen su criterio contra el sentido común mayoritario. Ya es hora de que las mayorías silenciosas, además de trabajar y sacar adelante a sus familias, ejerzan su papel de ciudadanos, garantes de la cosa pública (res-publica) y presionen a los gobernantes para que primen el bien común frente a los intereses particulares. Ya es nuestra hora: la hora de la sociedad civil.

Fotografía de Álvaro Abellán

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Doctor en Humanidades y CC. Sociales

Profesor en la UFV

DialogicalCreativity

Plumilla, fotero, coach