Esta web contiene cookies. Al navegar acepta su uso conforme a la legislación vigente Más Información
Sorry, your browser does not support inline SVG

SIN ESPINAS

La distancia perfecta

Fotografía

Por Javier de la RosaTiempo de lectura2 min
Opinión30-10-2005

A veces cuando juzgamos que el pesimismo se está apoderando de esta sociedad, podemos tener miedo de que tal afirmación sea una mera proyección de nuestra propia subjetividad. Más cuando tenemos motivos para tales pensamientos, sobre todo después de echar un vistazo a esa ventana tonta que goza de tanta credibilidad. Allí, día tras día, los noticieros se ceban en la desgracia de la Humanidad. La muerte y la destrucción hacen acto de presencia en el primer plano del que nunca desaparecen. Y a pesar de tan extensa representación, una vez desenchufado el aparato, no permitimos que esas tétricas realidades impregnen ni por asomo nuestra manera de afrontar la vida: la muerte no existe en este ámbito. Aunque de forma ineludible, en nuestro inconsciente la desazón late con fuerza. Por el contrario, a nuestra vida personal tratamos de impregnarle un halo de pensamientos alegres. Como esos que pedía la Campanilla de Hook para que el viejo ejecutivo de Peter Pan volviera a volar. Sin embargo, forzar esos pensamientos para liberarnos de la esclavitud que impide desatar nuestras alas nos parece un esfuerzo vano; porque la visión que nos presenta el mundo a través de la pequeña pantalla es de todo menos esperanzadora. Pero... ¿y si las cosas no fueran así, sino exactamente al revés? O al menos hubiera más equilibrio entre la imagen del saqueador, asesino, maltratador, violador, torturador etc, que nos ofrece la televisión y la que en verdad define al hombre. ¿Por qué lo marginal tiene rango de común y generalizado? Las personas que hacen los contenidos de la televisión actual son culpables de esto. De hacernos ver lo terribles que podemos llegar a ser degradándonos con una visión de nuestro género que a veces ni siquiera seríamos capaces de imaginar. El resultado es atroz para ese inconsciente colectivo al que se llama Opinión Pública pero que, en realidad, lo forman una veintena de tertulianos que nos llevan de aquí para allá cada día. Ante indicaciones tan deformadas de la realidad sólo nos queda la lucha por fomentar nuestra capacidad de autocrítica. Esa que a través de la reflexión más profunda nos permita bucear en fuentes más fiables, ahora muy escondidas, diría yo que enterradas en el fondo de nuestra esperanza. Tal vez sólo así conseguiremos mirar la realidad ni desde muy lejos ni desde tan cerca, sino con la distancia perfecta.

Fotografía de Javier de la Rosa