ROJO SOBRE GRIS
El precio del desorden
Por Amalia Casado2 min
Opinión04-09-2005
En el país que parecía no necesitar a nadie pero al que necesitaban todos, hay ahora campos de refugiados. La contingencia ha llegado a Estados Unidos en forma de huracán Katrina, y ha dado la vuelta a las imágenes a que acostumbra esta nación, sembrando una zona de su territorio de miseria, dolor y drama como si un trozo de África hubiera florecido en Nueva Orleans. El noventa por ciento de la población afectada es negra: pasado africano, presente americano. Imágenes sugerentes para la reflexión. El desastre de Nueva Orleans es hoy una verdadero vergel de evocación. Es el rojo sobre el gris de este desastre. Nueva Orleans es una de esas ciudades que podrían simbolizar la acción del hombre sobre la naturaleza. Es una de esas ciudades que ha conquistado metros al dominio del mar. Sin duda, es una expresión de que el hombre es un ser inteligente y diferente de cualquier otro ser sobre la tierra porque, a diferencia del resto, es capaz de hacer uso creativo de la realidad en su propio beneficio. Sin embargo, al hombre contemporáneo le falta conquistar una verdad: la del límite. Por donde ha pasado el agua, dicen los arquitectos, puede volver a pasar. Símbolo de la creatividad –no sólo por su música, sino también en el sentido que ahora anotaba- Nueva Orleans es también símbolo de que la naturaleza tiene un orden, y pasa factura cuando se altera. Me refiero, además, no sólo a la naturaleza en el sentido pequeño –el mar, el aire, el agua, la fauna y flora, la atmósfera...-. El ser humano es también naturaleza, y también rige en él un orden, mal que nos pese. Vivimos tiempos, sin embargo, sobre todo en Occidente, en el que hay un empeño especial por ignorar ese orden natural de las cosas, especialmente en lo que se refiere al orden natural del propio hombre. Es más: no sólo se ignora, sino que se insiste en pervertirlo. Síntomas son la sobrevaloración de la juventud, el desprecio de la ancianidad, la huída del dolor, la adicción al trabajo, los ataques al orden familiar natural, la institucionalización de modelos pseudofamiliares falsos, la fe desmesurada en la ciencia, el olvido de Dios, las delirantes pretensiones de quienes llaman dignidad a matarse a sí mismo, los asesinatos de los no nacidos y la falacia de la clonación mal llamada terapéutica... Es una colectiva y contagiosa pérdida de sentido cuya consecuencia primera es el menosprecio del orden propio de las cosas. Corren tiempos difíciles cuando el hombre quiere ser Dios. Y en España, el presidente, con delirios de grandeza izquierdista: ¡Con que fumar y beber es de derechas! Las tremendas ganas de este hombre por dividir al país en dos no tienen límite ni en el sentido del ridículo. Lo que faltaba.
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Amalia Casado
Licenciada en CC. Políticas y Periodismo
Máster en Filosofía y Humanidades
Buscadora de #cosasbonitasquecambianelmundo