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ROJO SOBRE GRIS

Si no hay bandera, nos vamos

Fotografía

Por Amalia CasadoTiempo de lectura3 min
Opinión22-05-2005

Saben ustedes lo que es la desconsideración: es esa actitud de quien infravalora y falta al respeto a una realidad, o, por el contrario, la sobrevalora por encima de lo que le corresponde. En uno y otro caso, se hace injusticia porque no se reconoce el justo valor de las cosas. Ambas actitudes son consecuencia de la ignorancia, el orgullo o la soberbia, y engendran comportamientos horteras, pueblerinos y mezquinos. Un ejemplo de ambos es Carod Rovira. Como buen pueblerino, sobrevalora la bandera de Cataluña. Como buen hortera, infravalora una corbata en el momento adecuado. Como buen mezquino, tiene un comportamiento innoble ante una corona de espinas. En cualquier caso, se comporta como si desconociera el valor de las cosas y actúa ridiculizando y poniendo en ridículo aquello a lo que representa y cualquiera de las realidades con las que se relaciona. Si lo hace conscientemente, es un manipulador, cobarde y pusilánime. Si lo hace inconscientemente debería se inhabilitado para cualquier cargo de representación pública, o buscar a quien pudiera asesorarle enseñándole a obedecer y a dejarse aconsejar. Jerusalén. Crisol de religiones, ciudad santa para todas ellas, espacio de símbolos vivos, oportunidad para la tolerancia y el diálogo. Él viste camisa blanca y americana negra. El otro, traje gris con reflejos marrones y corbata rosa. “Toma, póntela”. Maragall le ofrece a Rovira una corona de espinas mientras saca su cámara personal, poco más grande que un paquete de tabaco. Los mandatarios, en viaje oficial, protagonizan una estampa familiar. Rovira se coloca, sin soltarla de la mano, la corona sobre la cabeza. Sonríe. El fotógrafo Maragall se descojona. Y los acompañantes también. Es el momento de distensión a costa del Crucificado. Cosas normales propias de un tipo de mandatarios localistas de mentalidades pueblerinas, es decir: la de aquellos que piensan que todo es “como en mi pueblo”, y en cuanto salen de él entran a cualquier sitio como elefante en cacharrería. Malo es que degradan cuanto tocan, pero peor aún es que se pierdan la oportunidad de aprender y enriquecerse interiormente en el encuentro con lo distinto. Estos no necesitan clases de modales: necesitan clases de Filosofía. Porque independientemente de que profesen o no la religión para la que una corona de espinas es más que un aro de ramas con pinchos entrelazadas, uno ha de saber a dónde va, dónde está y lo que significan las cosas allí aunque no sean igual que en su pueblo. Y si no hay casera, o no hay senyera, sigues ahí porque otros son los espacios para la reivindicación independentista, en primer lugar, pero aún más importante: porque un viaje oficial es un momento de encuentro, una oportunidad para crear lazos, para reconocerse en el otro, para buscar lo que nos une a pesar de las diferencias. Rojo sobre gris: Carod Rovira se ausentó del homenaje a Isaac Rabin por no haber en el acto una bandera catalana pero sí una española. Ante tal actitud, la presidenta del grupo parlamentario del PSC, Manuela de Madre, ha defendido lo siguiente: que más allá de la polémica sobre las banderas, Carod debería haber estado allí pues así lo merecía el personaje homenajeado. Rabin fue un “asesinado por defender la convivencia y la paz”, según de Madre. Y es cierto: pero fue más. Fue uno de esos hombres que buscó lo que nos une a pesar de lo que nos distingue, una de las líneas maestras para vencer la violencia y lograr la paz.

Fotografía de Amalia Casado

Amalia Casado

Licenciada en CC. Políticas y Periodismo

Máster en Filosofía y Humanidades

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