SIN ESPINAS
Un año de Amor
Por Javier de la Rosa
2 min
Opinión22-05-2005
El Príncipe encontró por fin a su princesa después de mucho buscar. Quienes estaban a su alrededor habían perdido la esperanza. Y tal vez él también. La treintena por abajo y por arriba rondaba cada día para recordarle que incluso, en estos tiempos de tardanza, ya empezaba a ser demasiado tarde para unirse en joven matrimonio. Tantos años habían dado tiempo para muchos amoríos, enamoramientos, relaciones que dejan huellas, marcas y heridas en el corazón; que tal vez pudieron descoser, puntada a puntada los mimbres de un músculo encestado de innumerables sentimientos platónicos. El fraude de tanto ideal irrealizado pudo también estropear su detector de idilios eternos. Y lo peor es que, a estas alturas, quizá él no lo supiera. Pero entonces apareció ella, la princesa encargada de limpiar sus llagas y curar sus estocadas. La que le iba a enseñar lo que es el Amor verdadero, qué clase de hombre era él en realidad y qué significaba que, en el universo, Dios hubiera creado el complemento perfecto para unirse a él en una sola carne. Esa parte de uno que es ella y que encaja al milímetro hasta fundir las entrañas del alma y el cuerpo. Los rigores de la responsabilidad ante una sociedad que entiende más de juicios propios que de amores ajenos, les llevaron a mantener su amor en secreto durante un tiempo prudencial. Al principio ni los más allegados lo sabían, después poco a poco todos se fueron enterando. La discreción fue clave para el éxito de la aventura que habían comenzado y eso acrecentó su discreción. Este domingo se cumple un año de Amor entre el Príncipe y la Princesa. Un año en el que seguro que han abundado las alegrías y las tristezas, el gozo y el sufrimiento, los éxitos y las pequeñas desilusiones... Como tampoco cederán en el futuro que les espera juntos. No obstante, han de saber primero de todo, que ese Amor sellado ante Dios aquel día 22, hará que hasta lo más frágil se vuelva irrompible; y que el ramo de flores que ella le regaló a la Virgen no dejará de embellecer su eterna primavera nacida en el mes de mayo, de las flores y de María.
