ANÁLISIS DE LA SEMANA
Ministerio florero
Por Gema Diego2 min
Economía20-02-2005
Hay un ministerio que representa el horror a los números impares y a la diferencia de géneros -tan anglosajones nos hemos vuelto que ya no somos capaces de llamar sexo a lo que así se ha denominado toda la vida, y nos hemos atribuido cualidades no humanas, las que poseen las cosas-. Hay un ministerio cuyos trabajos tienen ese halo de los planes futuros, prometedores, inconcretos y nebulosos. Un ministerio que se ha hecho cargo de uno de los problemas más acuciantes para los españoles y que aún no ha dado resultados concluyentes. El Ministerio de la Vivienda va probando con pequeñas dosis de medidas de choque, pero nadie ve, nadie toca ni palpa el resultado ni los beneficios. En el primer año de Gobierno socialista, el 2004, los pisos se encarecieron un 17 por ciento, y encima el FMI ha venido a recordar que Vivienda debería aplicar remedios “más audaces”, porque lo que está haciendo es como querer llenar una piscina a dedales. Con este panorama, da la sensación de que María Antonia Trujillo es una ministra en prácticas que está aprendiendo la profesión haciendo pequeños encargos sin importancia y con poca repercusión. Debe de ser duro levantarse por las mañanas y no poder dar respuesta a la pregunta “¿Cuál es mi función en este gobierno?”. También debe de ser duro ver cómo los planes de uno no surten ningún efecto, ni siquiera mediático –quizás a Trujillo le bastase sólo con eso-. Sin embargo, tal vez la ministra sea capaz de contestar a la dichosa pregunta de la función. ¿Qué aporta Trujillo dentro del gobierno socialista? Pues muy sencillo: su ministerio constituye el número 16 y posibilita que, al haber un número par de carteras, éstas se repartan equitativamente entre hombres y mujeres. ¿Y qué más? Pues que hace bonito y decora mucho.