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LA RÉPLICA

Defensa, dureza y parcialidad

Fotografía

Por Roberto J. MadrigalTiempo de lectura2 min
Deportes20-02-2005

“Sólo conozco a un equipo en Europa que sea capaz de ganar sin defender: el Maccabi de Tel Aviv”. Así despachó Sergio Scariolo a un periodista que insistía en preguntarle por el gran partido que había cuajado el Unicaja en ataque contra el Lucentum de Alicante. La tensión, impedir anotar al contrario no cometer errores porque cuestan una derrota –y en la Copa, la eliminación–, es el espíritu del deporte profesional. Pero no deja de ser el cimiento del ataque: sin defensa no hay posibilidad de remontar, sin defensa no existiría el contragolpe como alternativa al ataque estático, sin defensa no habría una vara de medir para los grandes jugadores. Michael Jordan fue el mejor de la historia porque se esforzó siempre por mejorar: además de un grandísimo anotador, fue un gran defensor. La defensa mide la capacidad de sufrimiento de cualquier equipo, la misma agresividad que se necesita para atacar y superar la oposición del contrario. En ese arte, el maestro de la Copa del Rey ha sido Bozidar Maljkovic. No sólo por su concepto del juego, prácticamente idéntico al de sus rivales, sino por la dureza mental –dígase confianza, capacidad de mantener la concentración– que se necesita para salir de la grave crisis que ha atravesado la sección. En ese aspecto, lo de menos era el ser campeón. La modestia, la ética de trabajo, el hablar sobre la pista en lugar de replicar a las críticas, la elegancia, son valores comunes a los que han pasado por el club merengue: casi nadie ha tenido malos gestos y palabras altisonantes. Pero pocos equipos consiguen, en la guerra de las gradas –siempre pacífica, con los abucheos y los pitos como única arma arrojadiza–, hacer cantar a una a aficionados de distintos equipos. En muchas ciudades donde el baloncesto es el primer deporte, se crea un ánimo de rebeldía con el orden establecido por los grandes que han crecido a la sombra del fútbol. En la variedad está el gusto. La segunda conclusión que se desprende de las palabras de Scariolo viene por la parte informativa. Muchos periodistas, demasiados, abusan de las preguntas cliché y no piden una respuesta razonada, sino que apenas están a la que salte para oír las palabras que necesitan –o más o menos parecidas– para adornarse con un titular llamativo. Muy pocas veces, a menudo por la rutina de comparecencias ante la prensa, se pregunta a un entrenador por sus errores cuando los hay. En otros casos se lanzan al vuelo medias verdades, información sesgada –como en el enfrentamiento entre la asociación de clubes (ACB), de jugadores (ABP) y la Federación Española– que obedece a las confidencias que a veces se hacen por la buena relación con los profesionales de la desinformación. Uno de los problemas de la gran familia de especialistas en un deporte concreto, cualquiera que sea, es que se corre el riesgo de perder la perspectiva del lector.

Fotografía de Roberto J. Madrigal