SIN CONCESIONES
Personas de una guerra

Por Pablo A. Iglesias
2 min
Opinión03-02-2003
George W. Bush saca brillo al armamento. La oposición busca votos con la bandera antiguerra. Sadam Hussein engaña una y otra vez a Naciones Unidas. Los actores interpretan el papel que no les toca. Las petroleras calculan futuros beneficios. Los especuladores forjan su fortuna en las bolsas. Las televisiones difunden falsas alarmas. Los pacifistas proclaman la guerra por la paz. Cada uno piensa en sí mismo y olvida la verdadera tragedia que va a sufrir Irak. Lo mejor de Irak son sus personas. Pero son ellas quienes peor lo van a pasar. Olvida Bush que las miles de personas que morirán en el Golfo Pérsico, iraquíes o estadounidenses, también son seres humanos. Igual que él. Incluso, menos egocéntricos, menos vanidosos, menos acomplejados, menos vengativos... también más inteligentes, más sencillos, más humildes. El presidente norteamericano ni siquiera ha debido de pensar en los cientos de familias que quedarán rotas, los miles de hijos huérfanos, las decenas de mujeres viudas, los centenares de posibles mutilados... Bush no ha mirado más allá del balcón de la Casa Blanca. De lo contrario, pararía esta masacre bilateral. Tampoco debe de haber escuchado su corazón. En caso afirmativo, lloraría al imaginar las consecuencias. Poco o nada ha reflexionado el supuesto líder mundial el ataque a Irak. Únicamente ordena y manda al ritmo que le marcan los genes. Ha olvidado en apenas un año el 11 de septiembre. Ha apartado toda coalición internacional que pueda cuestionarle. Ha reducido de nuevo la política exterior al conmigo o contra mí. Simplemente, ha cerrado los ojos y no mira nada que no sea él mismo. Pero lo peor de Bush es que ha olvidado a las personas, sobre todo, a las que morirán. Ese es el gran error en toda guerra. Y es el argumento más importante para gritar "¡no!". En este caso y en cualquier otro. al final, siempre pierden todos.