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CRÓNICAS DEL ESPACIO INTERIOR

La verdad del dato

Fotografía
Por Álvaro AbellánTiempo de lectura2 min
Opinión05-05-2002

Un Gobierno tan ordenado como el nuestro busca, y hace bien, controlar una desordenada inmigración que perjudica, principalmente, al inmigrante, aunque también genera delincuencia, xenofobia y choques culturales. Pero el fin no justifica los medios. En la lucha por defender una política de migración no caben armamentos que alienten la violencia, el sentimiento xenófobo y hasta la misma delincuencia que se pretende atajar. Decir que el 90 por ciento de los detenidos en España son inmigrantes es una verdad formal, un razonamiento estadístico. Es también una aseveración cínica, un titular oportunista, una falta de sensibilidad escandalosa y un crimen de opinión pública. Es, como tantas afirmaciones bien cargadas de mala intención, una verdad a medias que ofrece con malicia conclusiones engañosas, como que los inmigrantes son delincuentes por naturaleza que multiplican por nueve las miserias de nuestro país. Las frías verdades del dato mueren precoces si no se abrigan bajo la cálida piel de la realidad humana. Del hombre nada pueden decirnos los datos. Porque poética e infinita, compleja e irreductible, amable e inabarcable es la persona. La verdad de que el 90 por ciento de los detenidos en España son inmigrantes es un dato que no debe ocultársele a una sociedad madura... siempre que se arrope al dato con otras realidades: la del peligro de favorecer una inmigración ilegal y descontrolada -porque es la situación del inmigrante la que favorece la delincuencia, y no su origen racial-; la de explicar las razones de las detenciones -¿cuántas son por delitos menores relacionados con la supervivencia o la no tenencia de papeles? ¿cuántas por prejuicios de la policía o los demandantes?-; la de resaltar el corazón noble y calidad humana de los aventureros que vienen a trabajar y generar riqueza, algo que no les permite su país; etc. Hay verdades cínicas que sobreviven en el dato y verdades trascendentes, humanas, que sólo resplandecen en el corazón del que ama. El hombre gris se escuda en las primeras y trata de matar la felicidad de quien vive las segundas. Pero ningún estadista logrará evitar que dos almas, madrileña y colombiana, alicantina y magrebí, se fundan en un baile amoroso de comprensión y compartir.