Consagrados en Gelsenkirchen

Por La Semana.es1 min

José Mourinho, lo mismo que Rafa Benítez con el Valencia –su rival en la próxima Supercopa de Europa–, ha sacado el máximo partido del orden y la convicción para convertir en campeón a un equipo sin grandes nombres. La asfixia a los mejores jugadores del Mónaco evidenció la modestia del Mónaco, y tal vez también, que a Didier Deschamps, campeón de todo como jugador, aún le falta un punto de experiencia. Los portugueses culminan un ciclo impresionante, en el que lo han ganado todo; no obstante, lo más curioso de la final es que nada más terminarla, se han abierto las cábalas sobre el siguiente destino de los dos entrenadores: una muestra de que la final, sin los grandes equipos históricos –el Oporto consigue su segundo título, aunque las comparaciones con el que ganó aquella generación comandada por Paulo Futre en 1897 son casi imposibles–, pierde tirón. El otro héroe que ha pasado de puntillas por la final es Vítor Baía. Con una personalidad atípica y un fugaz paso por el Barcelona, a tiempo de participar en la Recopa que ganaron los azulgranas de la mano de Bobby Robson y Ronaldo, el cancerbero es uno de los pocos jugadores que puede presumir de haber ganado los tres títulos europeos de clubes. Ahora es tiempo de descansar, de pensar en la Eurocopa; sin embargo, en la sombra, ya está en marcha la siguiente temporada: la envidia –entendida como la obligación de los grandes clubes europeos, como el Real Madrid, el Milán, el Manchester United, el Bayern de Múnich y unos cuantos más, de corregir los errores y aspirar al título–, sin duda, será una motivación añadida para asegurar que la próxima Liga de Campeones será todavía mejor.