Se repite el 'guión' de Turín

Por Ángel Briz3 min

Se buscaba un pase a las semifinales de la Liga de Campeones entre dos rivales muy clásicos: Juventus y Real Madrid. El conjunto madridista se llevó a Delle Alpi un resultado a favor, pero muy peligroso (2-1). El 14 de mayo de 2003 se certificó la caída de una de las mejores etapas merengues que se recuerde, la de los galácticos, que sucumbieron ante los Pavel Nedved, David Trezeguet y compañía. La misma historia se repitió en 2005, pero en octavos de final y con un equipo merengue de capa caída y desequilibrado sobre el césped. Este año, con un escenario diferente, un equipo totalmente remodelado de arriba abajo, en el que sólo han repetido dos jugadores de aquella última derrota en territorio turinés (Íker Casillas y Raúl gonzález), el guión ha sido el mismo. Algunos pensarán que ya estaba escrito o que el destino tiende a ser monótono con la suerte, pero los madridistas, ilusos ellos, siempre apelaron al dicho de “las estadísticas están para romperlas”, incluso cuando, de las últimas visitas blancas a Italia, el balance era contundente: 16 derrotas, dos victorias y tres empates. Pero al azar no hay que creerle siempre, aunque sí respetarlo. Ironías de la vida, primeros cinco minutos de encuentro y ya estaban los españoles por debajo en el marcador. Alessandro del Piero apuntilló un brochazo de pintura cálida y cargada de fuerza a la escudra de Casillas, toda una obra maestra del profesor. Otro dato: la escuadra de Claudio Ranieri contaba con un parte médico bastante elevado, lo que dificultaba la heroicidad de los italianos, hasta nueve jugadores, entre ellos Gianluigi Buffón, Christian Poulsen, Tiago Cardoso y David Trezeguet. Otro sarcasmo que regalaba la vida. El Madrid, entre un juego espeso, inmaduro, de juego aburrido y sin sentido por el centro, con experimentos absurdos e ineficientes como situar a Ruud van Nistelrooy escorado en la izquierda y Gonzalo Higuaín perdido en el centro del campo, los blancos se encontraron con el dos a cero en su contra. Entre tanto, Gabi Heinze comienza a ser preocupante en la banda izquierda, porque el argentino, a pesar de ser limitado en juego ofensivo, el esquema de Bernd Schuter le autoriza toda la línea de cal para él y no es que no cumpla, si no que las carencias se multiplican. Con todo, más de lo mismo sucede en el otro costado. Sergio Ramos evidencia un malestar físico continuo: no es ni la sombra del jugador de un año atrás. La Eurocopa le ha pasado factura y ya hizo una mal competición con la roja, muy por debajo de sus posibilidades. Con todo, el caos en el centro del campo y la acumulación de efectivos por la misma zona de creación, Wesley Sneijder tomó el mando del equipo, pero sólo aplicando su arma letal, el disparo a media distancia. La entrada de Arjen Robben dio más movilidad y frescura al equipo. Sus diagonales y juego más vertical provocaron que el juego fuera más dinámico por las bandas y se aplicara el factor sorpresa que tan poco se generó durante la primera hora de encuentro. Un juego muy previsible, en el que la capacidad de reacción de los italianos era más que evidente. Y, caprichos del destino, Heinze le puso un balón preciso, el único en todo el partido, a la cabeza de Van Nistelrooy, que nunca falta a la cita, y llenó de esperanza las almas de los españoles con un remate a la escuadra. Pero ni así. El Madrid seguía sin despertar. No encontró el hueco preciso para sorprender a unos italianos bien posicionados sobre el terreno de juego y, como siempre, éstos supieron sacar provecho de sus pocas virtudes y de su experiencia.