Redención, a la espera de
recuperar la puntería

Por Alejandro G. Nieto3 min

El Barça redimió sus penas contra el Sporting de Portugal y espantó toda sensación de discordia entre equipo y afición. Lo hizo gracias a un oponente totalmente inocuo e inofensivo, sin ningún tipo de determinación y con la inocencia de un recién nacido. Pero al demérito de su rival, el Barcelona sumó también una firme personalidad, con el fútbol raso y la paciencia como consignas, una inteligencia sublime a la hora de controlar los tiempos del partido y una envidiable explosividad cada vez que Leo Messi controlaba el balón. Fue un encuentro sin más colores que los del Barça. Los azulgranas impusieron siempre su soberanía, utilizaron las bandas con frecuencia y criterio, y sólo dejaron una mancha en su expediente: la lentitud y la carencia de voracidad de sus delanteros, quienes desperdiciaron un sinfín de oportunidades. Josep Guardiola consigue, poco a poco, plasmar su filosofía de juego en resultados visibles, lejos de la utopía futbolística que parecía su proyecto tras sumar sólo un punto en dos partidos de Liga. Cuando el Barça ataca, tres hombres quedan en la retaguardia y, el resto, se dedican a labores ofensivas. Con dos hombres siempre bien pegados a la cal y un movimiento constante de los jugadores, el equipo catalán triangula con fluidez y sin prisas, hasta que encuentra algún hueco. Por la izquierda, Thierry Henry y Andrés Iniesta se entienden a la perfección y, por la derecha, Leo Messi y Daniel Alves rebosan calidad. Con Xavi Hernández al mando desde el centro, el cuero viaja con precisión de un lado a otro hasta que aparece la opción del pase final. Algo que no costó mucho encontrar ante una débil defensa portuguesa. Incluso cuando Messi estuvo más dormido, los barceloneses gozaron de multitud de ocasiones, bien del dúo de arietes formado por Henry y Eto’o, bien de los mediocampistas que se incorporaban al ataque. A todos les faltó tino o algo más de intención en sus remates. La portería se hizo pequeña, pero sólo durante veinte minutos, lo que tardó Rafael Márquez en desatar la tensión con un medido cabezazo en el saque de un córner. Algo más sueltos y menos ansiosos, los delanteros azulgranas crearon más peligro tras el gol. Pero ninguno tuvo la verticalidad y la velocidad de Messi. Cada vez que cogió el balón, el argentino hizo levantarse de sus asientos a los aficionados. Sin embargo, Leo no apareció todo lo que la grada hubiera deseado y, cuando lo hizo, le sobró siempre algún regate para adornar su actuación con un gol. En tanto, el Barça no perdía en ningún momento la posesión del cuero y se crecía conforme pasaban los minutos. El Sporting era un equipo manso, contemplativo y agazapado en sus dominios. Sólo se decidió a enseñar los dientes cuando Antonio, en una jugada a balón parado en la que el Barça dio síntomas de flojear defensivamente, marcó el tanto luso. Pero, para entonces, Eto’o, de penalti, ya había abierto la brecha. Quedaba más de un cuarto de hora de juego y el Barça, pese a tener a su rival a un solo tanto y presionando ligeramente, apenas se inmutó. Siguió tocando y tocando, a la espera del pitido final, y encontró más grietas. Xavi mató a los ya moribundos portugueses al meter la suela para tocar un centro desde la izquierda. Antes, Messi, inocente en sus remates, e Iniesta, desacertado en el lanzamiento, dejaron al Camp Nou con la sensación de que, en cuanto afine la puntería, este Barça puede ofrecerle muchas goleadas.