La agonía vence a la ambición

Por Miguel Venegas2 min

El Barcelona despertó de su dulce sueño de creerse invencible, después de 17 partidos sin conocer el amargo sabor de la derrota. Los azulgranas rindieron a un nivel más bajo de lo esperado y sólo en defensa trabajó con firmeza, porque en el centro del campo los balones no circulaban con la fluidez de otras ocasiones. En punta tampoco salió nada: Ronaldinho no tuvo un día inspirado y su aportación se limitó a varios detalles que no dieron un vuelco al partido. Sin su clarividencia y sin nadie que asistiera a Javier Saviola, el argentino apenas entró en juego. Los vigueses, más ambiciosos desde el principio, dieron un paso en su camino hacia la salvación. Se aprovecharon de un Barça indolente, sin ideas en ataque, para decidir en una de las ocasiones más claras que tuvieron. Tampoco es que hiciesen un gran despliegue ofensivo, pero sí tuvieron una dosis extra de entusiasmo para atacar la meta de Vícto Valdés. La sombra del gol celeste estuvo presente durante toda la primera parte: sin llegar a gozar de grandes oportunidades, los gallegos pusieron en apuros al Barça, hasta que llegó la recompensa a su esfuerzo en una jugada que comenzó en un saque de banda y terminó con un pase que recogió Alexander Mostovoi. El ruso obró con habilidad y cedió atrás para que Edú fusilara con un duro disparo raso. Faltaba poco para el descanso, pero hasta poco después no llegó el primer disparo del Barcelona entre los tres palos. La arenga de Rijkaard tuvo un efecto fugaz en sus jugadores. Empezaron decididos a para empatar, pero el paso de los minutos diluyó al equipo, atapado en la tela de araña dispuesta por Ramón Carnero. El Barça perdía el balón y el Celta salía a la contra, tratando de aprovechar los espacios culés. Entonces llegó la jugada polémica: Oleguer derribó a Edú fuera del área, pero el árbitro señaló penalti. Valdés, con una intervención espléndida tocó lo justo para desviar al poste y evitar el segundo tanto. En la recta final del partido llegaron las dos mejores ocasiones del Barcelona. Balaídos fue un clamor cuando se indicó el final porque, en el duelo agónico, el Celta tenía el agua al cuello. Ahora asoma la cabeza un poco más, aunque sigue sin depender de sí mismo.