Pesó la tradición

Por Roberto J. Madrigal2 min

El espíritu rebelde que encarna Estudiantes entre los grandes de la Liga ACB no fue suficiente para derrocar el oficio de un Barcelona que no tiene el despliegue ofensivo de la temporada anterior –lo odioso de las comparaciones, con un equipo casi idéntico, ha sido el reto más difícil con el que ha tenido que lidiar Svetilav Pesic–; aun así, el entrenador serbio guarda un buen repertorio en el banquillo y ha mejorado su agresividad para defenderse. Se vio en los tres partidos disputados en el Palau Blaugrana: el primero fue el más duro de todos, pues lo dominó el que llegaba como convidado de piedra, teóricamente más cansado tras disputar los cinco partidos contra el campeón de la fase regular, el Baskonia. Pero la ambición no entiende de fatigas: en los partidos a vida o muerte influyen tanto o más los aspectos sicológicos, como el tener bajo control todo lo que sucede. Ahí es donde jugadores como Dejan Bodiroga, por lo demás más irregular de lo que muchos aficionados culés hubiesen deseado esta temporada, es un jugador insuperable, que merece el sueldazo que le pagan. Pero tras las dos exhibiciones del novato en Vistalegre, queda un mínimo resquicio para la duda. Hubiera sido muy interesante ver a estas alturas del playoff la novedad que aplicó la ACB, tímidamente, en los partidos de cuarto de final. Si el segundo partido, en lugar del tercero, se hubiese jugado en terreno madrileño, posiblemente se estuviera hablando de que otro gallo hubiera cantado. Es un suponer, pero por lo visto en el penúltimo partido, Pepu Hernández y los suyos se quedan con el triste consuelo de ser los campeones morales de la ACB. Quedarse en la orilla tras haber remado hasta la extenuación es el peaje que debe pagar un equipo de barrio –en el sentido más amplio de la palabra, ni mucho menos peyorativo– hasta que consigue superar la barrera invisible que separa a los buenos equipos de los mejores. Lo importante es que el camino está abierto y que la actitud es la apropiada. Incluso la forma de pensar, con frases que definen a la perfección el espíritu del Ramiro de Maeztu: “es tan difícil, que hasta es posible”. Si no cambian las cosas, este Estudiantes ha podido dar el salto de calidad definitivo para optar, en la medida en que la fortuna ayuda a los audaces, a codearse de igual a igual con los favoritos de mucho más presupuesto.