LA INDUSTRIA DEL DOPAJE EN LA ALEMANIA ORIENTAL

Récords y transexuales:
secuelas de esteroides

Tim Montgomery perdió su dignidad, un récord del mundo y todos los resultados conseguidos desde 2001. No obstante, el ex plusmarquista mundial de los 100 metros puede considerarse afortunado al ver lo que otros sufrieron antes que él a causa de los esteroides. Un hombre murió, cientos de personas padecen enfermedades o sufren alguna discapacidad, e incluso una mujer llegó a cambiar de sexo. Éstas son sólo algunas consecuencias de los experimentos realizados durante varias décadas a más de 10.000 deportistas de la Alemania Oriental, forzados a doparse para mostrar al mundo la grandeza del comunismo.

| Fotos: BBC News, El Mundo Deportivo
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La final olímpica de los 100 metros de 1988
Los laboratorios estadounidenses BALCO (Bay Area Laboratory Co-Operative) crearon una sustancia, la tetrahidrogestrinona (THG), derivada de la hormona del crecimiento e indetectable con los controles conocidos hasta el año 2003, y que según la Justicia estadounidense, se administraban desde hacía casi una década. Gracias a este esteroide y al estimulante modafinil, muchos atletas consiguieron resultados tan importantes como el récord del mundo del hectómetro, nueve segundos y 78 centésimas, en agosto de 2003. Era la primera vez que un atleta corría más rápido que el canadiense Ben Johnson, antes de ser descalificado de la final olímpica de Seúl, en 1988–. Pero Trevor Graham, entrenador del ex plusmarquista mundial y de la también velocista Marion Jones, lo denunció y la trampa se destapó.

Las investigaciones de la agencia estadounidense contra el dopaje (USADA) condujeron a la sentencia del Tribunal de Arbitraje Deportivo (TAS) de Lausana Suiza, por la que 11 atletas han sido sancionados –cinco por THG, cuatro por modafinil y otros cuatro sin haber dado positivo–, los más relevantes Montgomery y Chryste Gaines, que aunque nunca cazados por los controles, fueron sancionados por diversos testimonios. El fundador de BALCO, Víctor Conte, también fue condenado a cuatro meses de prisión y a cuatro más de libertad condicional, aunque se libró de un castigo mayor porque llegó a un acuerdo con la Fiscalía. Sin embargo, delincuentes similares a Conte, incluso otros más infames, han corrido mejor suerte.

Desde principios de los años setenta y durante veinte años, las estrategias propagandísticas más macabras surgieron como consecuencia de la continua tensión de la Guerra Fría. En la República Democrática Alemana (RDA), Manfred Ewald desarrolló uno de los planes más inhumanos y retorcidos. Ewald se hizo cargo del programa olímpico de la Alemania Oriental y estableció un sistema de dopaje con el que redujo a los deportistas a simples cobayas. Los científicos alemanes fabricaron una pequeña píldora azul que contenía esteroides androgénicos. La llamaron Oral Turinabol. Este medicamento se suministraba a los deportistas haciéndoles creer que eran vitaminas, cuando en realidad se trataba de hormonas masculinas. El Oral Turinabol comenzó a suministrarse diariamente a los deportistas, que se convirtieron en auténticos monstruos. Los resultados se observaron rápidamente en las mujeres, cuyos cuerpos se masculinizaron: su masa corporal aumentó de modo exagerado, el vello proliferó, sus voces se volvieron más roncas y sufrieron acné severo.


La RDA consiguió 468 medallas olímpicas entre 1968 y 1988
ÉXITOS DEPORTIVOS

La estrategia funcionó como los líderes comunistas esperaban. La RDA se convirtió en una potencia deportiva mundial, a la altura de Estados Unidos y la Unión Soviética (URSS). Además, el país logró 268 medallas en tres Juegos Olímpicos y alcanzó, con 126 medallas, la segunda posición por países en Moscú 1980, un resultado impensable en una nación de 17 millones de habitantes aun a pesar del boicoteo estadounidense. Durante los años que perduró la gran mentira del deporte alemán, los atletas lograron numerosas plusmarcas mundiales y olímpicas. Muchas de ellas aún siguen vigentes: quizá la más impresionante sea la conseguida por Marita Koch en los 400 metros, en 1985: la alemana detuvo el cronómetro en 47,60 segundos, una marca con la que las corredoras actuales ni siquiera pueden soñar en alcanzar.

Sin embargo, la ex velocista y saltadora de longitud Ines Geipel, avergonzada, solicitó a la Federación Alemana de Atletismo (DLV) que borrase sus marcas de las listas oficiales. Entre otras, la plusmarca nacional del relevo de 4x100 metros, aún vigente. Un trámite complicado, pues la DLV ya había propuesto a la Federación Internacional (IAAF) que se suprimieran todos los registros conseguidos hasta el año 2000. La iniciativa, por tanto, fue rechazada con el argumento de que “para anular un récord sería necesaria una relación de causalidad jurídica entre la marca y el dopaje”, según explicó el presidente de la DLV, Clemens Prokop, empleando el argumento de la IAAF. Para ennegrecer aún más el asunto, Geipel ha confesado haber sufrido una mutilación de sus órganos internos durante una operación, como escarmiento por sus buenas relaciones con los atletas extranjeros.


Ines Geipel sufrió mutilaciones para ser apartada del deporte
VÍCTIMAS INOCENTES

La lacra del consumo de esteroides quedó superada con la unificación de las dos Alemanias, en 1989, pero sus efectos aún se siguen notando. Así, por ejemplo, la ex nadadora Catherine Menschner ha sufrido siete abortos; Roland Schmidt, levantador de pesas, se vio obligado a amputarse sus enormes senos. Se conoció, además, que el nadador George Severs murió ahogado como consecuencia del daño causado por el Oral Turinabol, aunque posiblemente el caso más llamativo sea el de Heidi Krieger: a los 16 años ya se había proclamado campeona europea júnior en lanzamiento de peso y de disco, tras sólo doce meses de consumo de esteroides. Sin embargo, pronto se dio cuenta de que algo fallaba: conforme aumentaban las dosis, que llegaron a ser de 2.590 miligramos anuales, su cuerpo se iba transformando en el de un hombre.

Sufría violentos cambios en su estado de ánimo, aumentó de peso y comenzó a vestir y a sentirse como un hombre. Su masculinidad alcanzó tal grado que cuando le habló a un psiquiatra de su intención de cambiar de sexo, éste le espetó: “¿así que quiere cambiar de hombre a mujer?”. Heidi acabó dando el último paso para convertirse en un transexual: se sometió a una operación de genitales. En la actualidad, se llama Andreas Krieger y vive con su pareja y la hija de ésta. No obstante, debe suministrarse una dosis mensual de hormonas para mantener su virilidad. Ahora, cuando una mujer lanza el peso más allá de los veinte metros, Krieger se muestra escéptico: “Eso no se consigue solamente bebiendo agua”.


Manfred Ewald (izq.)
y Manfred Hoppner (dcha.)
CULPABLES SIN CASTIGAR

Krieger nunca sabrá como hubiera sido su vida sin el Oral Turinabol. Nadie puede devolverle los años perdidos. Por ello, junto con otros 141 deportistas afectados, participó en el juicio celebrado el año 2000, en Berlín, con la intención de hacer justicia. Gracias a las investigaciones realizadas por la ex atleta Brigitte Berendonk y su marido, Werner Franke, se reunieron pruebas para juzgar a Ewald y al doctor Manfred Hoppner, director médico del programa de dopaje. Se les acusó de suministrar esteroides a chicas de hasta sólo 11 años, y se pidieron ocho años de prisión. Sin embargo, se les concedió la libertad condicional y fueron castigados con el pago de una multa y una suspensión temporal.

El proceso sirvió, al menos, para que hacer pública la verdad y provocó que muchos ex deportistas perdiesen el miedo y alzaran la voz. Las quejas comenzaron a sucederse y el Gobierno alemán se vio obligado a responder. En 2002, el Parlamento alemán (Bundestag) aprobó la creación de un Fondo de ayuda a los Deportistas Víctimas del dopaje (DOHG), dotado con dos millones de euros. Sin embargo, sólo 194 atletas fueron indemnizados tras estudiar, uno a uno, 308 casos. De esos dos millones, 25.000 euros los aportó Jenapharm, la farmacéutica que producía los anabolizantes, supuestamente para su uso médico. Un centenar de los afectados por el dopaje debieron pensar que esa cantidad era insuficiente para pagar su parte de culpa. Por ello decidieron reclamarle una indemnización, pero de momento no han recibido nada.


Varias ex nadadoras aguardan antes de una vista judicial
SALIR DE LA ‘SOMBRA’

Con todo, los ecos del dopaje no dejan de retumbar. La ex nadadora Karen Koenig batió el record del mundo de los 100 metros libres con sólo 15 años, cuando ya llevaba más de dos tomando el Oral Turinabol. Como sus compañeros, Karen sufre hoy las consecuencias físicas y teme contraer algún tipo de cáncer. Koenig resolvió pedir responsabilidades a la entidad que considera sucesora de los criminales que la doparon, el Comité Olímpico Alemán (NOK). La ex plusmarquista mundial reclamó 10.225 euros como compensación, aunque realmente pretende que los organismos y responsables acepten su culpa y dejen de pasarse la pelota. “Lo más importante para mí es que ya no puedan decirme: ¿Víctima del dopaje?, nosotros no tenemos nada que ver con eso”. Otros 137 perjudicados han mostrado su intención de emprender acciones legales contra el NOK si la demanda de Koenig prospera. Pero muchos más esperan una recompensa, no tanto económica cuanto moral. Manfred Ewald y otros tantos dirigentes manchados por el dopaje disfrutan de su libertad, mientras ellos viven limitados por diferentes enfermedades y discapacidades. Algo que no colma en absoluto sus deseos de justicia.

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    Nacho Martínez

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