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SIN CONCESIONES

Rivera, Sánchez e Iglesias

Fotografía
Por Pablo A. IglesiasTiempo de lectura4 min
Opinión27-07-2016

El periodista es el único profesional capaz de tropezar dos veces en la misma piedra. Al menos este que escribe. Hay que admitir que repetir las elecciones generales en España ha servido de poco hasta el momento. Mariano Rajoy amenaza con denegar la propuesta de investidura del Rey, como cobardemente hizo en enero, si no tiene votos suficientes para ser reelegido presidente. Pedro Sánchez permanece instalado en el No rotundo al líder del PP pese a ser el único que subió en votos y escaños el 26-J. Pablo Iglesias insiste en una alianza de izquierdas aunque su egocentrismo y ambición desmedida lo impidieron en marzo. El único que ha cambiado, muy ligeramente, es Albert Rivera. Antes vetaba a Rajoy con el voto en contra y ahora lo sigue haciendo desde una abstención calculada, que por equidistante provoca el mismo bloqueo institucional que el pasado 20 de diciembre.

Vaya por delante que Rajoy se mueve poco o que todos los demás mienten. Sabe que necesita a toda costa al PSOE y, en consecuencia, evita esfuerzos inútiles con el resto de los partidos. El gallego desprecia a los nacionalistas moderados de Canarias y País Vasco pese a que su respaldo ejercería una presión casi insoportable sobre Pedro Sánchez para que facilite la investidura. Empezar por el pez pequeño suele facilitar la pesca del grande, aunque parezca una pérdida de tiempo. Rajoy aspira a caza mayor y se comporta como si los demás fueran irrelevantes, lo que acrecienta su imagen de soledad y de poco dialogante. Casi siempre supedita el fin a los medios sin entender aún que, en esta sociedad de la información en tiempo real, los medios (instrumentales o periodísticos) son tan importantes como el resultado final.

Rajoy aspira a caza mayor y se comporta como si los demás fueran irrelevantes
Mientras Rajoy fía toda su estrategia a la legitimidad de las urnas, Sánchez, Iglesias y Rivera desoyen el veredicto democrático. Están empeñados en derrocar al líder del PP pese a ser el claro vencedor del 26-J. Su mensaje es rotundo: con Rajoy nunca. Por eso prefieren ser oposición que obrar el cambio que reivindican para el país. Desde la oposición no se cambian las políticas pero sí es posible desde el Gobierno o desde un pacto que marque la hoja de ruta para la legislatura. Critican que Rajoy es la anti regeneración pero con su insumisión a la negociación son ellos quienes renuncian a cambiar las cosas, más aún cuando la historia reciente demuestra que el gallego es capaz de modificar equipos, leyes e incluso principios con tal de sobrevivir. Ahí está su larga lista de cadáveres populares como prueba.

El primer problema de Sánchez, Iglesias y Rivera es su enrocamiento. Es difícil de explicar una marcha atrás tras llamar "indecente" a aquel con el que debes pactar y tras negarle más veces que San Pedro hasta el punto de jactarse con frases como "¿qué parte del no no has entendido?". Ninguno quiere ceder y mucho menos pasar a la historia como el que cedió. Sólo si todos claudicaran y repartieran entre ellos las culpas de la investidura quizás estarían dispuestos a desbloquear la situación. El segundo problema de PSOE, Podemos y Ciudadanos es la falta de compromiso y responsabilidad. Hacer oposición es fácil, tan fácil como criticar. Lo complejo, incómodo e impopular es gobernar, tomar decisiones difíciles y afrontar las consecuencias. Ellos prefieren la oposición antes que gobernar o condicionar al Gobierno de Rajoy. Son tres contrincantes para competir por el mejor reproche al Ejecutivo. Uno solo en La Moncloa y tres en la oposición. Cuanto menos parecen multitud para repartir tan escaso rédito.

PSOE, Ciudadanos y Podemos son multitud para repartir el rédito de la oposición
Lo diferente, lo innovador y lo verdaderamente revolucionario en este momento de la democracia sería arriesgar para ganar. Mariano Rajoy no es el David Cameron de 2010, cuando llegó a primer ministro del Reino Unido y tuvo que pactar con el liberal Nick Clegg. Cinco años después, el conservador se zampó en las urnas al socio con mayoría absoluta. Rajoy avanza en sentido contrario, menguante tras una mayoría absolutísima y con el final de su carrera política a la vuelta de la esquina. Pactar con Rajoy en este momento sería situarse en primera fila para sucederle al frente de La Moncloa y -al mismo tiempo- desarmar al PP. Pactar primero para cambiar las políticas y, desde dentro del Ejecutivo o al menos desde sus alrededores, erigirse a continuación en una alternativa real y responsable. No es una paranoia de este periodista habituado a equivocarse, sino una tesis confesada por ministros del propio Rajoy. Pero ni Pedro Sánchez ni Albert Rivera se atreven a emprender ese futuro, con sus riesgos y prejuicios abundantes. Prefieren permanecer en la oposición para vigilarse de reojo el uno al otro. Olvidan que Podemos sabe ser más opositor que ninguno y a la vez infravaloran que el todos contra el PP casi siempre ha beneficiado al PP.