ANÁLISIS DE ESPAÑA
La guerra de Chaves Nogales
Por Alejandro Requeijo2 min
España18-07-2016
Chaves Nogales siempre tuvo razón. Por eso nunca llevó una vida cómoda, más bien lo contrario, tuvo que cruzar varias fronteras para empezar siempre de cero. La verdad antes que la paz. Y siempre tuvo razón. Por eso murió joven, casi olvidado. Por eso hoy hay quien prefiere delegar la revisión del pasado en discutibles cátedras de Memoria Histórica en lugar de atender a cualquiera de los textos del periodista sevillano sobre aquella contienda de la que se cumplen ahora 80 años y que -él sí- vivió en primera persona. Trabajando. Haciendo “méritos bastantes para haber sido fusilado por los unos y por los otros”. Porque siempre tuvo razón.
Bastaría leer las diez páginas que escribió en su prólogo de 'A sangre y fuego' (Libros del Asteroide) para comprender que “ni blancos ni rojos tienen nada que reprocharse. Idiotas y asesinos se han producido y actuado con idéntica profusión e intensidad en los dos bandos que se partieran España”. Chaves nunca creyó en lo que él definió como “la virtud salutífera de las grandes conmociones”. “Todo revolucionario” le pareció “tan pernicioso como cualquier reaccionario”.
Años después, desde un arrabal de París Chaves narró “la sangre derramada por las cuadrillas de asesinos que ejercían el terror rojo en Madrid como la que vertían los aviones de Franco asesinando mujeres y niños inocentes”. A aquella España le sobraban hijos de puta y la faltaban demócratas en ambos bandos por más que les pese a quienes aún siguen jugando a la guerra del abuelo pretendiendo convertir aquello en una historia de muy buenos contra muy malos como mandan los cánones de Hollywood.
Pero que nadie busque en la figura de Chaves Nogales un ápice de cinismo en la acepción más kapuscinskiana del término. No ya porque jamás renegase su condición de “eso que los sociólogos llaman pequeño burgués liberal” sino porque para tener razón es necesario ejercerla y defenderla en consecuencia, como hizo él. Escribiendo. “Yo he querido permitirme el lujo de no tener ninguna solidaridad con los asesinos. Para un español quizá sea este un lujo excesivo. Se paga caro, desde luego”.