TÍBET
El Gobierno chino ataca a Tíbet por reclamar su independencia
Por Iara Mantiñán3 min
Internacional23-03-2008
El Dalai Lama dijo en una ocasión: “Quizás el Tíbet tenga un lugar en la historia, en el futuro. El alcance de las masacres y de los asesinatos de los últimos años ha sido colosal, la nación tibetana ha pasado por las experiencias mas destructivas nunca vistas, pero merece la pena cualquier intento por ese futuro, incluso si falla, no hay que arrepentirse”.
Uno de los cánones del budismo, esencial para entender la conducta de los tibetanos, es la no permanencia de las cosas. Todo es no permanente, la felicidad y el sufrimiento son no permanentes, no pueden durar siempre. Esta creencia es la responsable de proporcionar a los tibetanos la capacidad de permanecer con esperanza, de seguir luchando incluso cuando piensan que lo han perdido todo. Una manera de encauzar una crisis que ha llevado a la nación tibetana hasta el límite. Las protestas actuales no son más que una consecuencia de la historia. Comenzaron el pasado 10 de marzo, fueron encabezadas por varios monjes budistas, para recordar el aniversario de la rebelión tibetana contra Pekín en 1959; rebelión que fue aplastada por el Ejército chino y acabó con la huida al exilio del Dalai Lama. El genocidio chino duró nada menos que diez años, ocasionó más de un millón de muertes derivadas de las atrocidades del Gobierno de Mao y de la hambruna que el pueblo tibetano sufrió en años venideros. Un genocidio que según los analistas es comparable a la masacre nazi en Occidente, y sin embargo el mundo no sabe nada de él. Tras dos décadas de silencio, al igual que recientemente ha ocurrido con Kosovo, el pueblo tibetano vuelve a resurgir pidiendo que se le reconozca aquello que siempre ha pedido: su derecho a la autodeterminación, a ser libres e independientes del Gobierno comunista. Ante esta situación, el primer ministro chino, Wen Jiabao, responde acusando al Dalai Lama de estar detrás de los graves disturbios producidos en Tíbet y de querer sabotear los Juegos Olímpicos en Pekín. Las revueltas han causado 80 muertos según el Gobierno en el exilio y 16 según Pekín, aunque la cifra exacta no puede confirmarse, dado que todos los periodistas extranjeros han sido expulsados de Tíbet y de regiones circundantes, por mandato de China. Las revueltas se extienden Las revueltas no sólo han ocurrido en Lhasa, capital de Tíbet, sino que se han extendido a provincias limítrofes, Gansu, Qingai y Sichuan, con numerosa población tibetana. Más de cien estudiantes se manifestaron en la universidad de Lanzhou, capital de Gansu, según Free Tíbet. En Xiahe se impuso el toque de queda después de que la Policía atacara con gas lacrimógeno a un millar de personas, entre ellos monjes budistas. En Sichuan, unos 200 manifestantes incendiaron una gasolinera y otros miles ondearon banderas tibetanas y gritaron eslóganes independentistas, informa Reuters. El Gobierno chino intenta contener la sublevación con mano dura, más de 200 vehículos militares chinos han entrado en Lhasa. La Policía mantiene el control de las calles y ha decretado el toque de queda. Los testimonios recogidos en distintos medios internacionales aseguran que la Policía está registrando casa por casa en busca de agitadores. Postura del gobierno tibetano desde el exilio “Es triste e inmoral que todos los países no estén haciendo lo que deberían para proteger los derechos internacionales porque no quieren comprometer sus intereses con China; no quieren perjudicar las relaciones internacionales”, explica Sonam Tsering Frasi, uno de los representantes de la comunidad tibetana en Europa. Al igual que él, el resto del parlamento tibetano en el exilio, Dolma La, se sienten desprotegidos por la ONU y debido a esto, convocaron una huelga de hambre frente al Parlamento indio. Mientras tanto, el líder budista reclama desde su ciudad de exilio, Dharmsala, la no violencia y afirma que “si la situación escapa al control, entonces la única solución será dimitir”. Lo único que los tibetanos piden es que su civilización continúe viva, la tierra es el principal requisito de una civilización y no desde un punto de vista nacionalista sino también el apego hacia ella. Los tibetanos necesitan la tierra y permanecen fieles a la idea de recuperar su país y de liberar a sus hermanos del interior de Tíbet. De lo contrario, la civilización tibetana estará condenada a la extinción.