APUNTES DE BANQUILLO
(Sin)sentido común
Por Roberto J. Madrigal2 min
Deportes11-05-2003
A mí que me expliquen qué interés informativo tiene ver a un jugador de un equipo que ha perdido un partido de los importantes insultar a los árbitros. Mateo Garralda, un jugador que podía haber hecho historia, podrá tener la mayor de las frustraciones al no poder ser el primero en inscribir en su palmarés siete Copas de Europa, e incluso la razón –que la tiene– al decir que el arbitraje fue nefasto para sus intereses. Pero acordarse de la madre de los árbitros, en lugar de saber felicitar al vencedor, no revela más que la clase de mala educación que merece un perdedor. Jugar lesionado merece un respeto grandísimo, pero se pierde –o incluso, con perdón, se piensa en que está bien empleado– cuando la frustración puede con el sentido común. No es de extrañar, pues, que un tipo tan disciplinado como Valero Rivera prefiriera despedirlo del Barça: el prestigio y el seny que tiene el club azulgrana –a pesar de los déficit–, por más que lo quieran arreglar con títulos en el San Antonio pamplonés, es poco menos que inalcanzable. Algunos se apuntan al carro del vencedor, sea cual sea su carácter, pero tampoco serán los primeros que más adelante salen arrepentidos. Claro que si –como he visto en algunos pabellones–, los padres tienen a sus hijos a un par de metros y se pasan todo el partido insultando a los árbitros, poco se podrá sacar que sea mínimamente aprovechable. Y al contrario: viene un tipo con los pies en el suelo como Fernando Alonso, que cada día que pasa logra una gesta mayor que la anterior, y con 21 años escasos tiene una cabeza mejor amueblada que la de muchos otros de mayor edad. El piloto de Renault habla con respeto de sus rivales, se lleva bien con ellos –no hay más que ver las felicitaciones que se intercambió con sus dos principales rivales, Rubens Barrichello y Michael Schumacher, después de quedar segundo en Montmeló–, y sobre todo tiene una ética de trabajo impecable, que no se altera bajo ninguna circunstancia. Otra cosa es que su entorno comience a lanzar las campanas al vuelo: no conviene confundir, en cualquier caso, la ambición por ganar con la prepotencia del que quiere ganar a cualquier precio, y que si no consigue su objetivo, despotrica contra todo el que se le ponga por delante. Qué pasaría si reaccionáramos así cuando tenemos que ir a trabajar con sueño atrasado, o con algún achaque, o con algún dolor, y el día no nos sale redondo. Por favor: seamos sensatos, que un partido o una carrera terminan en cuanto se pita el final o se cruza la meta. Para la próxima, señor Garralda, déjesela en casa, que así no se ganan los títulos. Y para la próxima, señores periodistas, con decir que el entrenador protesta durante el partido es más que suficiente. Todo lo demás, la burrería, el escándalo para ganar audiencia, sobra.