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SIN CONCESIONES

Las dos Españas

Fotografía

Por Pablo A. IglesiasTiempo de lectura4 min
Opinión19-07-2016

Hay una España azul y otra España roja. Es así desde hace décadas y nada ni nadie consigue cambiarlo. Aunque ahora tengamos cuatro partidos políticos, en vez de dos, sigue habiendo una España de izquierdas y otra España de derechas. Resulta un poco más difícil clasificar a cada uno en el banco ideológico, pero sigue habiendo dos polos, dos bandos, dos intereses, dos posibilidades. Y a veces los polos se tocan. Véase que hay una España que ganó las elecciones pero dijo no al Rey cuando llegó el momento de la investidura a pesar de ansiar el sí. La otra España primero dijo no al vencedor, luego se presentó a las elecciones con el lema y ahora vuelve a decir no a quien venció en las urnas.

Lo más peligroso de la incertidumbre política española no es que llevemos siete meses con gobierno en funciones, ni siquiera que hayamos celebrado dos elecciones generales entre diciembre y junio. Lo realmente preocupante y dañino para el sistema es el cuestionamiento de la democracia en sí, de la voluntad mayoritaria del pueblo, de la manifestación incuestionable de las papeletas, del resultado que sumaron los votos y del consiguiente reparto de escaños en el Congreso y el Senado. En diciembre hubo un empate técnico entre bandos muy difícil de resolver, aunque posible. Pudieron pero no quisieron y tuvimos que repetir los comicios. El 26-J sólo Mariano Rajoy subió en votos y diputados. Todos los demás perdieron, pero no quieren darse por enterados.

Hay una España que desea que gobierne el Partido Popular y hay otra España que se opone. Esa es la situación. Sin embargo, los detractores son incapaces de aliarse entre ellos porque la amalgama de comunistas, progresistas, centristas, nacionalistas, independentistas, socialdemócratas, liberales y mediopensionistas lo hace prácticamente imposible. Es un frente anti Rajoy que quiere derrocar al actual presidente como si fuera un apestado, un corrupto confeso y condenado, un despilfarrador, un ladrón de fondos públicos y casi un pederasta. Lo de terrorista y asesino ya se lo han llamado muchas veces, como cuando Aznar se empeñó a meter a España en la guerra de Iraq. Rajoy, poco dado a correr riesgos como ahora todo el mundo sabe, no era de los más partidarios de la invasión a Sadam Hussein pero cargó con el sanbenito como si nada.

Hay una España que cada 18 de julio saca la bandera republicana y la ondea 80 años después. Hay otra España que no sabe qué pasó el 18 de julio, lo cual es de ignorantes pero expresa su escasa trascendencia en estos tiempos. Quedan pocos, muy pocos, mayores que vivieron la Segunda República y menos aún que combatieron en la Guerra Civil iniciada hace justo ocho décadas. Pero sorprendentemente hay quien añora aquellos tiempos, incluso jóvenes que sólo han conocido la democracia. No deja de sorprender que esa gente viva anclada en el pasado, en la Prehistoria democrática para ser exacto. Ellos son quienes más alientan la existencia de dos Españas, de dos bandos ideológicos que casi nadie comprende, de dos frentes enfrentados que nadie desea que vuelvan a luchar por nada, mucho menos por ideas caducadas.

La Segunda República acabó con un golpe militar pero comenzó con un golpe de las urnas. La izquierda no fue la más votada en las elecciones de 1931 pero aprovechó su triunfo en las grandes ciudades, como similarmente sucedió en las municipales de 2015 con Ada Colau o Manuela Carmena, para forzar la huída del Rey e imponer un cambio de régimen a la España de los pueblos y el campo. Han pasado 80 años y tenemos una nueva generación de políticos pero, por desgracia, conservan el mismo ansia de revancha que sus antepasados. Sólo aceptan la democracia con todas las consecuencias cuando les conviene. Eso es lo peor de que repitamos elecciones y de que los políticos actuales sean incapaces de pactar.

Hay una España que permanece atenta a la incertidumbre gubernamental que vivimos. Mientras tanto, hay otra España a la que sólo le preocupan el verano y las vacaciones. Ojalá el bloqueo institucional sea sólo tacticismo a la espera del mejor momento para ceder, para pactar. Quizás ese instante llegue en agosto, cuando la inmensa mayoría del país esté en la playa y un entendimiento entre aparentes enemigos pase desapercibido. Es importante e imprescindible que haya Gobierno. Pero por encima de todo es fundamental que haya entendimiento y persista la democracia.

Fotografía de Pablo A. Iglesias

Pablo A. Iglesias

Fundador de LaSemana.es

Doctor en Periodismo

Director de Información y Contenidos en Servimedia

Profesor de Redacción Periodística de la UFV

Colaborador de Cadena Cope en La Tarde con Ángel Expósito