ANÁLISIS DE ESPAÑA
El abogado de Abdeslam
Por Alejandro Requeijo3 min
España28-03-2016
Europa es uno de esos lugares del mundo en el que cuando cometes un delito, por muy grave que sea, lejos de cortarte la cabeza y hacerse fotos con ella, te ponen un abogado para que te defienda. Sven Mary es el letrado de Salah Abdeslam y su papel pediría a gritos una película de Hollywood para reivindicar las grandezas de la sociedad occidental si no se hubiese adelantado ya Spielberg hace unos meses con El puente de los espías. Con un guión de los Coen que podría haber firmado perfectamente Harper Lee, Tom Hanks interpreta a James Donovan, un Atticus Finch en tiempos de la Guerra Fría al que le adjudican la defensa de un espía soviético detenido en suelo americano. El objetivo del Gobierno estadounidense es que nadie pueda dudar de que, a diferencia de la URSS, EEUU sí es una democracia plena en la que todo el mundo tiene derecho a un juicio justo, incluso el enemigo. El problema para el Gobierno americano, en este caso, es que James Donovan además se lo creía de verdad, para disgusto de quienes buscaban en él un atrezzo perfecto para paripé propagandístico. Basado en hechos reales, frente a una condena preestablecida y exigida por la masa, un hombre en solitario defendiendo el reglamento sin perder un ápice de patriotismo en su acción.
Como a James Donovan en su día, a Sven Mary le llueven hoy las amenazas de muerte por haber asumido la defensa del terrorista más buscado. Y es precisamente esa reacción la que viene a confirmar el peso que recae sobre los hombros del abogado, mucho más que el futuro de su cliente, quien parece que lo va a tener realmente crudo. Es también mucho más que su fama de abogado mediático ganada a base de aceptar a menudo la defensa de criminales de la peor calaña. Si asumimos que el objetivo de los terroristas es atacar la democracia, entonces el bien a proteger debe ser la democracia con todas sus consecuencias. Eso incluye la aparente contradicción de que el asesino goce de todas las garantías que le negó a sus víctimas, que en realidad no es más que la reafirmación de todo lo que defendemos. No será la turba racista ni será el populismo de alambrada el que nos salve del monstruo yihadista, sino la reivindicación sin complejos de las conquistas democráticas que no sólo nos hacen diferentes, sino mejores que los enemigos que nos acechan hoy como ayer. Sirva este caso también para apreciar con nitidez la necesidad de que la democracia siga reposando sobre el imperio de las leyes antes de dejarla en las ardientes manos la voluntad popular.
Al enarbolar el mensaje de Je suis Charlie Hebdo, además de la evidente solidaridad con las víctimas, se reivindicaba mucho más que las viñetas de una revista perfectamente prescindible y de humor más que discutible. Se manifestaba que la democracia resuelve sus disputas ante un juez y no ante Dios, kalashnikov mediante. Procede por tanto decir hoy Je suis Sven Mary en defensa de los mismos principios democráticos. Seguramente la escena más trascendente de El puente de los espías es esa en la que un agente de la CIA aborda al abogado para que se salte su secreto profesional y le revele las confesiones del detenido soviético en aras de la seguridad de sus conciudadanos. Esta es la respuesta del letrado: “Usted es agente Hoffman, ¿verdad? De origen alemán. Mi nombre es Donovan, irlandés por parte de madre y padre. Soy irlandés, tu alemán, pero ¿qué nos hace americanos? Sólo una cosa, el reglamento”. He ahí el bien a proteger, por encima incluso de cualquier veredicto desagradable.
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Alejandro Requeijo
Licenciado en Periodismo
Escribo en LaSemana.es desde 2003
Redactor de El Español
Especialista en Seguridad y Terrorismo
He trabajado en Europa Press, EFE y Somos Radio