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ANÁLISIS DE SOCIEDAD

El montacargas

Fotografía

Por Almudena HernándezTiempo de lectura2 min
Sociedad02-12-2015

Aquel montacargas era inmenso, tan grande como para albergar dos o tres coches, una treintena de periodistas (como fue en aquella ocasión) o uno de esos lienzos murales que se exhiben en la pinacoteca más importante de España y que se cogen con guantes y mucho cuidado (que debe de ser su uso habitual). El montacargas de la puerta de atrás del Museo del Prado, de acabado metálico, minimalista y frío, acostumbrado a llevar a cuestas la Historia, cargó como sin darse cuenta el peso pluma de historias y noticias, como las que aquel 25 de noviembre llevó una vez más a las mujeres maltratadas a los titulares. Cuestiones de protocolo, quién sabe, mientras los turistas deambulaban por las tripas del museo después de entrar por la puerta principal y los invitados al acto institucional del Día contra la violencia machista hicieron lo propio por una de las entradas visible, los periodistas fueron conducidos por aquel monstruo de la ingeniería.

Puede que los periodistas seamos como un montacargas, meros instrumentos al servicio de los demás, diseñados para llevar pesos ajenos, transportar tesoros y guardar los secretos de detrás de las bambalinas.. Aunque nos codeemos con líderes y mandatarios, famosos e ídolos varios, los periodistas nunca seremos de los suyos. Aunque un día y otro también podamos estar en un escenario único, en casa aguardarán las tareas domésticas y habrá que seguir buscando noticias y entrar por las puertas de atrás. Incluso, habrá que estar entre los mendigos (por cierto, las personas sin hogar dicen que odian esa denominación, pues una cosa es buscar un techo donde vivir dignamente y otra mendigar).

Y es que, en cierto modo, esta bendita profesión es más bien callejera, propia de almas sin techo fijo, desahuciadas, desencantadas y apaleadas por la vida. El montacargas de la actualidad a veces nos da buena razón de ello, y nos baja hasta los sótanos del mismo infierno para conocer las tripas y contar las injusticias de esta perra vida. Pero también el elevador nos lleva hasta los áticos y las torres, donde se puede coger un poco de oxígeno (pese a la contaminación urbanita de Madrid) y divisar el horizonte. Los seres humanos, periodistas incluidos, también somos pequeñas criaturas ante la inmensidad.

Es lo que enseña el montacargas del Periodismo, que algo queda mientras se sube y se baja, con el pálpito de las cosas en la punta de los dedos y el alma curtida a fuerza de buscar la empatía perfecta y la noticia imposible: que si 48 mujeres asesinadas por violencia machista son muchas, más lo es el dolor que pueden estar sufriendo los casi tres millones de mujeres maltratadas que hay en España; que si hace llorar la historia de una persona sin hogar que perdió su taller mecánico, también clama al cielo la situación de hasta 40.000 personas que no tienen casa en todo el país. Aunque, claro, todo eso pesa demasiado y no tiene cabida en el montacargas.

Fotografía de Almudena Hernández

Almudena Hernández

Doctora en Periodismo

Diez años en información social

Las personas, por encima de todo