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IMPRESIONES

Tutear al rey

Fotografía

Por Álvaro AbellánTiempo de lectura3 min
Opinión22-09-2015

“Estuviste con los jugadores después del partido… te comprometiste a estar en la final… Ellos han cumplido y tú también. ¡Usted!” Reconozco que no me di cuenta de que la reportera de Telecinco estaba tuteando al rey de España hasta el final. El verbo sin sujeto, “estuviste”, podía pasar inadvertido, el “tú”, sin embargo, fue delator hasta para la propia periodista. Si al rey le pareció algo correcto o inoportuno no lo sabemos, pues sabe poner cara de rey. La anécdota, evidentemente, no tardó en ser comentada en las redes sociales. Lo que a mí me llama la atención de esta anécdota es lo mucho que ha tardado en ocurrir, pues se combinan dos tendencias que tarde o temprano debían provocar una situación así.

La primera es que “llamar de usted” a alguien ya casi parece un insulto. Si un joven llama de usted a una persona mayor, es muy posible que la persona mayor se ofenda. Ortega detectó este cambio de tendencia ya en el primer tercio del siglo XX: hasta entonces, ser mayor era un honor y ser joven casi algo por lo que pedir perdón. Entonces se valoraba la experiencia y la antigüedad. Hoy se valora no tener arrugas. Si un profesor llama a sus alumnos de usted –y pide a sus alumnos que le llamen a él de usted– da la impresión de ser alguien distante, de creerse distinto, de ser antipático.

La otra corriente es la que pide a la corona ser más cercana y campechana. La que espera que el rey sea “majo”. Del rey se ha esperado siempre que sea justo, leal, educado, capaz, estratega, noble, ejemplar, un buen representante e incluso un árbitro. No es que no pueda ser “majo”, es que siempre pareció que debía primero atesorar otras cualidades más importantes para su cargo. Ser majo es algo que valoramos mucho en un quiosquero, como valoramos el ser maja de una azafata. No es que el quiosquero o la azafata no necesiten otras virtudes, pero ésta se les agradece bastante. Y no es que unos unas u otras responsabilidades sean más o menos dignas. La dignidad la reconocemos en el servicio, no en el mando, y es muy posible que hayan existido más azafatas y quiosqueros dignos que reyes dignos, aunque sólo sea por una cuestión estadística.

La cuestión es que demandar como cualidad fundamental de alguien, especialmente de alguien que ha de ejercer una autoridad, el “ser majo”, tiene sus peligros. Muchos padres han querido ser amigos de sus hijos, y no saben el daño que les han hecho a sus hijos. Muchos profesores han querido ser majos con sus alumnos y no saben el daño que han hecho a sus alumnos. Muchos políticos han querido ser majos evitando medidas impopulares, y sabemos el daño que nos han hecho esos políticos. También un rey se puede pasar de majo. O tal vez somos nosotros, los que estamos obligándole a pasarse de majo.

Al final del partido, cuando los jugadores de nuestra selección de baloncesto estaban celebrando la victoria en la cancha, el rey bajó a saludarles y a celebrar la fiesta con ellos. Muy majo. Tanto que, con la cercanía qu e demostró antes la periodista, un jugador de la selección quiso entregarle la copa al rey –gesto, por lo demás, muy tradicional, aunque suele hacerse en otro contexto más protocolario-. El rey no quería coger la copa, pero no sé si finalmente lo hizo. El realizador decidió fijar su atención en otra cosa. Pero yo me quedé pensando lo maja que sería la foto del rey, alzando la copa del Eurobasket, aupado por los jugadores, abrazado al catalán y español Pau Gasol, a pocos días de las elecciones supuestamente plebiscitarias en Cataluña. Y, quizá, gritando algo así como: “¡Yooo soy español, español, español! ¡Yooo soy español, español, español!”.

Fotografía de Álvaro Abellán

$red

Doctor en Humanidades y CC. Sociales

Profesor en la UFV

DialogicalCreativity

Plumilla, fotero, coach