Hace doce años un joven tenista de Manacor de larga melena, pantalones piratas y camiseta de hombreras recibía de las manos de Zidane su primer título de Grand Slam. Iba a ser el primero de muchos trofeos conquistados sobre el polvo de ladrillo parisino, aunque por aquel entonces nadie podía imaginar hasta dónde iba a llegar ese desconocido chaval. A día de hoy, después de una trayectoria exitosa y virtuosa en lo profesional y lo personal, Rafa Nadal se ha convertido en el mejor deportista español de todos los tiempos, en un ídolo, un ejemplo, un referente al que admirar.
Muchas cosas han cambiado desde que el balear levantara su primer Roland Garros. Atrás quedaron los piratas y las hombreras. Tampoco puede presumir el crack español de conservar la misma melena. Sin embargo, siguen intactos su talento natural y su poderosa mentalidad, cualidades que le han conducido por el buen camino durante toda su carrera hasta llegar a conquistar su ‘Décima’ particular. Porque Nadal mordió la Copa de los Mosqueteros, que esta vez le entregó su tío y entrenador, de la misma forma en que lo hizo por primera vez hace doce años. Volvió a emocionarse escuchando el himno español y volvió a derramar unas lágrimas de alegría al saborear la gloria después de una larga y dura travesía por el desierto de las lesiones.
La redacción de esta sincera loa viene motivada por la consecución de su décimo Roland Garros. Gesta sin duda histórica del tenista balear que ningún deportista será capaz de igualar. Pero no hubiera hecho falta que ganara ni un sólo título más para alabar su hazaña y reconocer el mérito de su inmaculada trayectoria. Porque aparte de la larga lista de éxitos deportivos es más admirable aún la forma en que ha llegado a alcanzarlos. La perseverancia, el esfuerzo, el sacrificio, la lucha, la humildad, la honestidad que muestra Nadal en cada punto, en cada partido e, incluso, en la derrota sirven de inspiración para todo aquel que le ve competir al máximo nivel después de tantos años.
El virtuosismo de Rafa es capaz de conquistar también el corazón de sus adversarios. El público francés, que tanto ha envidiado los triunfos del español en su tierra, se rindió definitivamente a la evidencia y engalanó las gradas de la pista Philippe Chatrier para laurear al hombre que pasará a la historia de su torneo. El nombre de Nadal irá siempre ligado al de Roland Garros, y su leyenda sobre tierra batida será eterna. No ha habido ni habrá mejor tenista en esta cálida superficie que ha encumbrado al Olimpo de los dioses al campeón de todos los españoles. ¡Gracias Rafa!