Venezuela lleva más de una semana de protestas desde el intento de autogolpe vivido a finales de marzo, por parte de los jueves que integra el Tribunal Superior de Justicia (equivalente al Tribunal Supremo en el caso español) de dicho país y las demandas ciudadanas de: destitución de los jueces cómplices de este hecho, así como la petición por la realización de elecciones generales, solo ha tenido como respuesta, por parte del gobierno de Nicolás Maduro toneladas de bombas lacrimógenas (lanzadas inclusive desde helicópteros), muchas balas de goma dirigidos al pueblo, así como decenas de detenidos y centenares de heridos. Pese a esto, el gobierno venezolano cree que logrará apagar las manifestaciones en un país devastado por una clase política ladrona, cuyo máximo logro ha sido ubicar a este país rico en recursos naturales y personas a la cola de la democracia y el desarrollo social y económico en el mundo.
En Venezuela se vive horas muy negras, donde ciudadanos están dando muestra de hartazgo del chavismo a niveles nunca vistos, cerrando calles y respondiendo con palos y piedras la terrible represión que están recibiendo de los cuerpos de seguridad del Estado, por querer manifestarse para pedir lo que es su derecho. Mientras esto sucede, una parte de la comunidad internacional parece haber reaccionado, aunque sigue habiendo muchos gobiernos y países (entre ellos el español) quienes siguen insistiendo en llamados absurdos y tibios para la resolución del conflicto en Venezuela.
La Organización de Estados Americanos (OEA), liderado por el señor Luis Almagro, además de países como Argentina, Brasil y Perú han sido los más firmes al momento de denunciar la terrible realidad venezolana, donde la violación de los Derechos Humanos se ha convertido en lo más cotidiano. Mientras, países como España, Colombia y Uruguay, han mantenido una posición que ofende por su falta de solidaridad ante un pueblo que siempre ha estado hermanado con ellos desde hace muchos años, validando inclusive la labor hecha por José Luis Rodríguez Zapatero, cuyo talante ha dado cuenta de una gran bajeza y poca calidad humana de este oscuro personaje, cuando menos.
El diálogo en Venezuela no es viable, así que es un absurdo pedirlo. Como venezolano me cuesta establecer un diálogo con quien ha violado, secuestrado y mutilado una sociedad entera por una sed de poder desmedida. Mucho menos puedo creer en un diálogo promovido por miserables mediadores tarifados por el propio gobierno y que no son capaces de llamar las cosas por su nombre.
Todo lo que signifique diálogo en Venezuela, debe pasar por un conjunto de medidas que el Estado forajido de Nicolás Maduro debería refrendar con hechos: liberación de los presos políticos, destitución de jueces golpistas y llamado a elecciones a todos los niveles. Algo que no pueden hacer porque la paliza electoral que recibirían sería descomunal. Sería como una bomba atómica democrática que desvaneciese de un plumazo el chavismo en los puestos de poder, lo que traería consigo la obtención de espacios, no solo para recuperar un país devastado, sino la posibilidad de enjuiciar a todos los que han esquilado al país, a lo largo de 18 años, y dejar en evidencias a los miserables cómplices que a nivel internacional han contado este gobierno para mantenerse en el poder.
El chavismo sabe que su supervivencia pasa por mantenerse en el poder como sea. Por tanto, las posiciones tibias, los llamados huecos (sin sentido) y los silencios cómplices solo sirven para darle aliento a un gobierno que dejó de ser democrático hace mucho tiempo. Todo quien siga pensando lo contrario, simplemente se convierte en cómplice de quienes han llevado a la democracia en Venezuela a un mero acto funcional para perpetuarse en el poder; dando la espalda a un pueblo que se ha hartado del chavismo y el ¨socialismo del siglo XXI¨.
Elías Said
Doctor en Periodismo por la UCM
Profesor universitario y experto en Comunicación
Investigador, consultor y SMAC con más de 10 años de experiencia profesional
Imprimir
Enviar
Comentar