Este 26 de septiembre se lleva a cabo en la ciudad de Cartagena de Indias, la firma del acuerdo de paz final entre las FARC-EP y el gobierno. Un evento que contará con toda la relevancia que trae consigo el significado simbólico del cese de unos de los conflictos armados internos más largos del mundo, el cual ha hecho sufrir a muchas familias y a todo el conjunto de la sociedad colombiana, en más de cinco décadas de existencia.
Si bien el evento que se realiza hoy en Colombia resulta clave para avanzar en la normalización al interior de la sociedad colombiana, es solo un primer paso para alcanzar tal objetivo; quedando aun un camino muy largo por recorrer, cuya próxima estación será la validación o no de estos acuerdos, el próximo 2 de octubre de 2016, por parte de todo el pueblo colombiano.
Es cierto que el acuerdo encierra muchas dudas y debilidades pero como decía el negociador principal por parte del gobierno colombiano, Dr. Humberto De La Calle, pese a las imperfecciones que pueda tener es el mejor acuerdo que se podía llegar con las FARC-EP.
A pesar que en las últimas semanas pareciera estar inclinada la opinión pública colombiana a favor de validar todo el trabajo hecho por el gobierno colombiano y el presidente Juan Manuel Santos, la paz en Colombia no iniciará ni hoy ni el próximo 2 de octubre. Estas fechas son una simple estación que debe ser transitada por varias generaciones de ciudadanos para asegurar la consecución real de esta.
Colombia y su pueblo tienen muchas décadas donde la violencia se ha institucionalizado y normalizado, a niveles que para cualquier persona no familiarizada en este contexto le sorprendería. Se necesita de mucho trabajo a nivel social para evitar que las desigualdades sigan dando motivos a los que apelan a la violencia para justificar sus acciones violentas, a través del surgimiento de nuevos carteles delictivos.
En la forma como los soldados de las FARC-EP (no solo los líderes de este grupo armado) se logren reinsertar efectivamente en la sociedad colombiana, terminará marcando los obstáculos que tendrá el proceso de paz en dicho país. En el pasado proceso de pacificación llevado en Colombia, bajo el mandato del expresidente Álvaro Uribe Vélez con la Autodefensas Unidas de Colombia (AUC), se vivió un aumento de la violencia urbana, a través de la creación de grupos delictivos. Tal es el caso de los grupos narcoparamilitares conocidos como los Urabeños, Los Paisas, La Oficina del Envigado o los Rastrojos, los cuales muchos de ellos hasta este año han venido funcionando, pese a los más de 10 años en que se dio comienzo a este proceso de desmovilización.
Sería un gran error que el hermoso pueblo colombiano no se diese la oportunidad de tener esperanza en cambiar lo que ha sido una historia muy cruel y sanguinaria para este país. Tanto el gobierno como la sociedad colombiana deben estar consciente de la necesidad de poner en práctica el aprendizaje de anteriores experiencias para evitar repetir, al menos en las mismas dimensiones, los efectos secundarios que podrá traer consigo el cese de actividades delictivas de las FARC-EP. En la medida que se logre poner en práctica mecanismos que garanticen una mayor re-distribución de la riqueza, y se haga uso más acentuado de la educación como área clave de transformación social y se fomenten más proyectos sociales y productivos que involucren las organizaciones de bases que existen en el país, estimo que se irán dando las condiciones sociales y económicas que lograrán dar base sólida a ver próximamente la gran capacidad y riqueza humana y material que tiene este país, desde la nueva realidad que parece está encaminada éste.
Elías Said
Doctor en Periodismo por la UCM
Profesor universitario y experto en Comunicación
Investigador, consultor y SMAC con más de 10 años de experiencia profesional