- Buenos días cariño, ¿qué nos ponemos hoy?
- El plumas amarillo, las New Balance verdes y vaqueros. Iguales.
- Iguales. Así sabrá el mundo que estamos juntos.
- Que somos el uno igual que el otro…
- Que somos uno...
Semana pasada. Aeropuerto de Seúl y me encuentro con muchas parejas jóvenes vestidas iguales. Primero una me llamó la atención porque llevaban hasta el mismo corte de pelo. Luego otra, y otra. Una más. Aquí y allí. Decenas. Empecé a tomar fotos con el móvil porque sabía que no me iban a creer.
Aquí una muestra. Al principio pensé que era un anuncio de ropa, tardé un rato en confirmar la inercia local; mímesis y atrezo de un romance. Me atrapó la curiosidad y un debate interno. Imagino conversaciones matutinas para embutirse en la camiseta adecuada. Haciendo la maleta para ese viaje juntos. Iguales. Uno queriendo ser como el otro. El otro mirándose en el uno. Que se les reconozca su amor y que no se les distinga…
Publicitar “lo nuestro”, es lo que tradicionalmente hacía un anillo, la alianza matrimonial, o un banquete de bodas. Esta es la parte que me da ternura.
La intensidad de la mímesis es la parte que me provoca pesadillas. Porque arrebatados de amor quieren ser más y es comprensible que busquen en el otro ese tesoro escondido. Un impulso de espíritus finitos que pretendiendo hacerse UNO busca lo infinito.
Arrancados ambos de sí.
Oh dubi du, quiero ser como tú
quiero andar como tú, andar como tú
dubi dubi du ba du, a tu salud
Pero uno más uno sigue siendo DOS. Casi siempre. En lugar de mirarme en el espejo mola más ver al otro. Casi siempre. Y es distinto a mí. Casi siempre. Y eso me hace a mí única también.
Reconocer y distinguir. Quizás la unidad con alguien es otra cosa…
Oh dímelo a mí, si el fuego aquí
me lo traerías tú