Esta semana se ha publicado la última encuesta del CIS que mostraba la alta desafección ciudadana con la clase política. Unos datos que han crecido de la mano de la profundización en la crisis económica y de la imagen de vagos y privilegiados que cada día más gente tiene de los políticos en general y de los diputados en particular.
Quizá, y así lo pienso yo, esas dos cosas están entrelazadas una con la otra. Se piensa que los miembros de la Cámara Baja cuentan con una serie de prebendas que no se merecen por su escaso trabajo y por la ineficacia de éste, ya que después de más de cuatro años de crisis la situación no sólo sigue igual sino que aparenta estar peor.
Para esto último no tengo más respuesta que mi firme convicción en la política, sobre todo en la democracia, y en que la salida a la crisis sólo se puede tomar desde el camino de la democracia y el trabajo del Gobierno y de los grupos parlamentarios; los experimentos fuera de ello nos pueden abrir unas puertas demasiado peligrosas.
Y para los que defienden lo primero sólo hay que ver las agendas semanales de estas dos últimas semanas en el Congreso. La llegada de los Presupuestos Generales del Estado suponen la apertura del trabajo en todas las Comisiones para desglosar las cuentas públicas por los diferentes Ministerios. Se trata de unas reuniones públicas que no copan grandes titulares ni cuentan con muchos minutos en televisión pero que copan muchas horas de trabajo en el Congreso de los Diputados.