LA PRIMERA ESTRELLA DE LA NOCHE (Nadia Gulham, Javier Dieg, Historia)

El relato más sincero

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La primera estrella de la noche

Autor: Nadia Gulham, Javier Dieg

Editorial: Plaza y Janés Editoriales

Género: Historia

Páginas: 296

Precio: 16,90

La llave del éxito es la franqueza. Hablar con el corazón suele constituir la fórmula perfecta para conquistar a cualquiera y, como ocurre en las relaciones personales, así sucede también en las novelas o el cine. La mayoría de veces, el lector comienza sin saber que se encontrará y solo en contadas ocasiones se engancha y termina el libro bastante antes de lo previsto, quedando atrapado por paginas honestas y aventuras que hablan de una vida como la de cualquiera, pero con una magia hasta entonces desconocida.

Una sensación así consiguen evocar Javier Diéguez y Nadia Ghulam, protagonista absoluta de La primera estrella de la noche. Historia autobiográfica que la joven afgana descubre al público occidental. Un público poblado de prejuicios, reticencias y dudas cuando se trata de este tipo de ciudadanos musulmanes tan a menudo descritos como radicales. No obstante, lo desconocido va siempre acompañado por un plus de atracción y algo muy positivo sobre esta obra es que no se limita a ser disfrutada por los más adictos a la temática de las mujeres musulmanas y su cultura de esclavitud y sometimiento.

Estas páginas trascienden los meros favoritismos y encantan a cualquiera que esté dispuesto a concederle una oportunidad a un tema tan tabú como puede ser la vida de las chicas comunes en Afganistán. Aunque ciertamente, Nadia no puede considerarse en absoluto común. Desde el inicio de la narración habla sin tapujos sobre todo su mundo interior que, tristemente no coincidía con el exterior. Una niña que vivió pura felicidad y plenitud en su niñez, jugando con su prima y hermano a imitar a las mejores estrellas de Bollywood, paso de la noche a la mañana, a ritmo de metralletas y explosiones cortesía de la guerra contra los talibanes, a asumir un ritmo de vida y un destino totalmente distintos y extremadamente desnudos de optimismo para alguien que apenas despierta a su madurez.

Párrafo a párrafo es evidente el sufrimiento y la transformación vital de la escritora. Sus búsquedas familiares son las excusas perfectas para describir un dia a dia tan penoso como el de mujeres dominadas por el régimen de Ala o los hombres. Esos conflictos de identidad a los que deben enfrentarse solo por su sexo marcan el conflicto y tensión general que, pese al optimismo de la narradora, quedan patentes hasta el final. Si hay algo cautivante es la forma de expresión que le da Nadia a la situación. Da la sensación de que lo cuenta todo con una gran sonrisa. Esta es una experiencia real que invita a la reflexión y esperanza. Se nota que habla sin cortapisas y la naturalidad es la cualidad mejor valorada en este tipo de escritos.

Novelas así son realmente necesarias. Esta introspección en una cultura tan prejuzgada como desconocida, la musulmana, necesita de testigos que en primera persona descubran la verdad encerrada tras un aparente fanatismo imperdonable. Un fanatismo que se ha transformado en la calamidad que hoy es por los horrores de unas creencias mal entendidas y trasfiguradas, lejos de lo que estableciera un día un dios que, a fin de cuenta se parece más al cristiano de lo que muchos estarían dispuestos a admitir.

Ante todo, este tipo de historias que hablan por sí mismas merecen un agradecimiento a sus autoras, que sacan fuerzas de flaqueza para convertirse en la voz de aquellas victimas que ya no pueden hacerlo. Son heroínas anónimas. Junto con Nadia, Malala sería otro gran ejemplo de superación y aprendizaje. Quedó demostrado con su libro Yo soy Malala, que junto con este último, se han convertido en tesoros de la cultura oriental y sentimental.

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