Los tiempos cambian, las generaciones se suceden unas a otras y se presentan nuevos juegos y juguetes, es decir, entretenimientos para los más pequeños de la casa. Ahora todo está muy enfocado a la tecnología, pues se dice que los niños son nativos digitales y no consienten que la pantalla no sea táctil o prescinda de color; toda su diversión hoy en día se basa en los dispositivos electrónicos.
Sin embargo, están los adultos, que también son usuarios de estos aparatos, pero que su educación no estuvo fundamentada en un ordenador, sino en respirar aire puro y echando a volar su imaginación para poder jugar con cualquier objeto que se encontraran por las calles, como ramas, piedras, hojas...
Muchos de estos adultos vivieron su infancia en Madrid y añoran aún los juegos de sus tiempos, pues sin duda eran los más divertidos y ningún niño podía decir que se aburría. Es más, nunca les apetecía regresar a casa para hacer la tarea o ir a cenar, ya que era más entretenido darle patadas a un balón, jugar a los indios y los vaqueros, correr por las calles en las que apenas pasaban los coches, saltar a la comba, buscar grandes tesoros, combinar el escondite tradicional con el inglés o evitar aquella temida frase del "Tú la llevas".
Un punto que llama la atención es la diferencia entre los juegos de los niños y las niñas. Ellos eran más de correr y enzarzarse en peleas, mientras que ellas se decantaban por juegos más delicados y propios de las señoritas de su época. Hoy la diferencia se encuentra simplemente entre elegir si el avatar del juego del iPad es un monstruo o una princesa, sin dejar que el niño actúe como su personaje y trabaje la imaginación.
No es la primera vez que se escribe un libro sobre las costumbres y juegos de años atrás en España pero, el nuevo libro que publica José Alberto Lorenzo Fernández se centra mucho en lo que se hacía o no se hacía en la capital del país antes de los ochenta. Esto permite al lector madrileño identificarse mucho más con cada anécdota que relata el autor.
Simplemente, para pasarlo bien como un niño no hacen falta ordenadores, consolas ni tablets. Con unas canicas, una cuerda, una rama o una peonza se pueden idear miles de juegos entretenidos para los pequeños; la sencillez puede ser a veces un arma más poderosa para la imaginación que estar mirando durante horas la pantalla del televisor. Los niños de antes sabían como divertirse.
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