Es habitual encontrar en las librerías cada semana nuevos ejemplares que intentan aclarar o buscar soluciones a una crisis que se perfila eterna. Pero lo que Antonio Muñoz Molina presenta es algo diferente. No se trata de la búsqueda de un culpable y, sin embargo, refleja en cada página muchos momentos que tienen la culpa de eso que envuelve la vida cotidiana de España. Lo que Muñoz Molina ofrece es un libro de pura reflexión sobre los derechos adquiridos y alcanzados por todos, aquellos que se nos escapan de las manos, de verdades que se han dejado pasar y de las que aún estamos a tiempo de darnos cuenta.
Tras una larga trayectoria literaria y más de 20 títulos a sus espaldas, este autor huye de cualquier eufemismo o tipo de censura, construyendo durante 256 páginas un ordenado repaso por la actualidad, por todas las cosas que se han hecho mal hasta llegar a aquí, pero empujando a todo aquel que sea valiente y se atreva a leer su obra, a darse cuenta de que merece la pena, y mucho, luchar por lo bueno que generaciones y generaciones de españoles han conseguido.
Nadie escapa a su crítica, y especialmente el mundo del periodismo al que él pertenece. En ella se pregunta a sí mismo cómo dejó pasar la realidad sin darse cuenta de lo ocurría. “Cada uno tiene su grado de responsabilidad sobre lo que ha sucedido en este país, yo también”, afirma. Por eso, invita a todos a la reacción, al movimiento cívico con el que evitar que los logros de otra época se olviden y se pierdan sin luchar por ellos. Para Muñoz Molina la solución pasa por que cada uno haga lo que debe hacer de la mejor manera posible.
Con un estilo llano y natural el lector puede implicarse en una problemática en la que la sociedad parece estar constantemente sumergida, pero que no sólo unos pocos pueden solucionar. La frase de “nada es para siempre” cobra un sentido especial en esta obra, en la que el conformismo no tiene cabida. Lo más importante es defender nuestros derechos y hacerlo ya, porque como su propio autor dice, “hay cosas inaplazables”.
El que fuera director del Instituto Cervantes en Nueva York retoma su lugar en las librerías con Todo lo que era sólido, un texto lleno de sinceridad y claridad, en el que habla de casos reales sin tapujos, con los que no sólo conseguir la indignación del lector sino también su acción. Un libro con el que intenta transmitir un mensaje directo a todos sus lectores. Aquella persona que trabaja, que se esfuerza y no cesa en el empeño de conseguir lo que realmente quiere sin poner excusas o echar la culpa a otros, tendrá su recompensa.