Sus abuelos de Aracataca le criaron como si de su hijo se tratase transmitiéndole el cariño por el lenguaje y la llamada por lo sobrenatural. Sus padres se habían establecido en Barranquilla abandonando al niño, de entonces cinco años, debido al nuevo trabajo de farmacéutico de Gabriel Eligio García. Este hecho nunca sería perdonado por el literato, que estuvo décadas enteras sin mantener ningún tipo de contacto con su progenitor.
La infancia del pequeño Gabo no fue fácil, tras la muerte de su abuelo, el coronel Ricardo Márquez Mejía, el chico es trasladado a un internado donde obtiene una beca que le lleva a Bogotá, en un principio para estudiar derecho.
Sin embargo, García Márquez vio en la literatura y en el periodismo un futuro estimulante que el derecho no le ofrecía, y con 19 años se embarcó en un camino que ya nunca abandonaría hasta su muerte. Esta convicción fue descrita por el autor en numerosas ocasiones "Yo sabía que iba a ser escritor, tenía la voluntad, la disposición, el ánimo y la aptitud. Nunca pensé que pudiera ser otra cosa, nunca pensé que de eso pudiera vivir, pero estaba dispuesto a morirme de hambre con tal de ser escritor".
El joven Gabo comenzó escribiendo notas editoriales y crónicas menores en El Universal y El Heraldo, de tal forma que sus primeros trabajos periodísticos le permitieron hacerse poco a poco con el arte de la narración. En 1954 Gabo dio su primer gran paso como reportero cubriendo una catástrofe acontecida en Media Luna, cerca de Medellín. El periódico El Espectador le envió a las montañas donde un terrible alud había terminado con la vida de 60 personas sepultando a la mayoría de los cadáveres.
El escritor colombiano siguió la tragedia de cerca documentándose directamente a través de las víctimas de la zona, creando un reportaje duro y detallado donde ya podían encontrarse los elementos que más tarde caracterizarían su estilo. Las lecturas de las obras de William Faulkner y de Kafka le descubrirían a su vez nuevas fórmulas con las que abordar la ficción "A mí realmente me ha sustentado la cultura popular" afirmaba el escritor colombiano en una entrevista biográfica realizada por Yves Billón y Mauricio Mártinez-Cavard.
El primer empujón literario se produce con la publicación de La Hojarasca en 1955, una novela corta ambientada en un extraño poblado llamado Macondo, donde todo es posible. El lugar, basado en su Aracataca natal, sería mitificado más adelante en su obra magna, Cien años de soledad.
Sus andanzas en El Espectador le llevan a París, lugar que va a servir de catalizador político para el narrador hispanoamericano. En la capital francesa Gabriel García Márquez entra en contacto con otros autores después de sufrir las represalias del dictador Gustavo Rojas Pinilla, quien cierra el periódico cortando así su principal fuente económica.
El escritor dedica entonces su cuerpo y alma a una próspera carrera literaria encerrándose 18 meses en una pensión. El resultado forma ya parte de la historia, el realismo mágico alcanzaría su apogeo con la publicación de Cien años de soledad en 1967. La obra recogía los constantes conflictos civiles en Colombia tomando como protagonistas a los miembros de la familia Buendía, quienes generación tras generación serán testigos de la evolución del país y su apertura al mundo moderno.
Después del éxito de Cien años de soledad, García Márquez se estableció en Barcelona y pasó temporadas en Bogotá, México, Cartagena y La Habana. Durante las tres siguientes décadas escribiría cuatro novelas más y se publicarían tres volúmenes de cuentos y dos relatos, así como importantes recopilaciones de su producción periodística y narrativa.
En 1982 al recibir el Nobel de Literatura Gabo introdujo en su discurso una profunda reflexión sobre la reinante inestabilidad política y social en los países de América Latina. El texto, titulado La soledad de América Latina fue pronunciado ante 400 invitados de la Academia Sueca, traduciéndose a ocho idiomas.
Tras el reconocimiento, Gabo regresa a Colombia después de años de exilio. Durante el gobierno de César Gaviria Trujillo junto con otros sabios como Manuel Elkin Patarroyo, Rodolfo Llinás o el historiador Marco Palacios, Márquez formó parte de la comisión encargada de diseñar una estrategia nacional para la ciencia, la investigación y la cultura.
Sin embargo, a pesar del prestigio internacional, el escritor sigue siendo visto con malos ojos por ciertos sectores estadounidenses que lo tachan de comunista peligroso. Su apoyo permanente a la revolución cubana y a Fidel Castro, la defensa del régimen socialista impuesto en la isla y su rechazo al bloqueo norteamericano fueron algunas de las fricciones más importantes entre el autor y la superpotencia capitalista.
Después de muchos años de silencio, García Márquez vuelve a la publicación en 2002 con sus memorias, las cuales sólo pudieron ver una primera parte llamada Vivir para contarla, donde el genio relataba en primera persona a su público treinta años de una vida intensa, nostálgica y política.
En 2004 aparece su última novela, Memorias de mis putas tristes. Tres años después la prensa vuelve a acordarse de él ofreciéndole multitudinarios homenajes por un doble motivo: sus 80 años y el 40º aniversario de la publicación de Cien años de soledad, que finalmente termina pasando a formato digital para las nuevas generaciones de lectores.
Su muerte le sobreviene después de haber superado un cáncer linfático en 1999, una semana antes del fallecimiento el escritor es ingresado en el hospital por una infección pulmonar. Exactamente a a las 12.08 del Jueves Santo su corazón deja de latir, se ha ido un poeta, un cuentista, un narrador nato. Con grandes honores ciudadanos de todo el mundo se acuerdan de sus obras, de sus personajes militares, y cómo no, de Macondo, mientras es despedido en el Palacio de Bellas Artes en México como lo que fue, un gigante de la literatura.