Cinco años en prisión, unas horas para robar y 48 Horas para huir. Luis Tosar y Mario Casas tienen menos tiempo, en poco menos de dos horas tienen que convencer al público de las salas de cine españolas que no huyan como ellos en el nuevo largometraje de Kike Maillo.
Toro habla de las segundas oportunidades, tal como señaló Tosar en la presentación de la película en la Gran vía Madrileña. El filme, sin embargo solo tiene una oportunidad para cautivar al público, demostrar su valía y que el cine español todavía es capaz de rescatar un género como el thriller sin caer en los tópicos o imitar los clásicos del género.
Casas y Tosar encarnan a dos hermanos que se reencuentran tras cinco años separados por el ingreso de Toro (Mario Casas) en prisión. El robo a un peligroso perista por parte de su hermano López (Luis Tosar) hace que el protagonista deba replantear su intención redentora de abandonar una vida de delincuencia y huidas constantes. Acompañados de la hija de López, ambos hermanos parten través de una Andalucía desértica con una cara menos amable y poco conocida.
Marcada por una estética inspirada en los setenta, tanto los escenarios como los personajes, estos últimos se embarcan en una aventura que, bien han señalado sus protagonistas “no deja de ser una road movie” en la que solo el tráiler nos da una ligera idea de la cantidad de coches que han tenido que emplear tanto para el recorrido que emprenden ambos protagonistas, como para su "destrucción" en las trepidantes escenas de acción; ya lo ha señalado Farruco Castromán, de la productora ZircoZine: “Nos hemos gastado una pasta en destrozar automóviles».
En pantalla volvemos a encontrar a un Mario Casas rebelde, un papel del “fuera de la ley” que no parece abandonar tras encarnar personajes cuyo perfil se asemeja al joven Toro; papeles pasados como Hache en A Tres Metros sobre el Cielo o Ricky en Carne de Neón. Papeles que le han hecho ganar fama sobre todo entre un público femenino joven, pero de poca profundidad psicológica. El peligroso perista interpretado por un veterano José Sacristán resulta inexpresivo ante la huida de un Luis Tosar convertido en López, que no consigue dar todo su potencial en la película de Maíllo.
Una aventura de supervivencia que se ha rodado en diferentes emplazamientos: desde los desiertos de Almería, las playas malagueñas hasta Galicia, pasando por Barcelona y Madrid, todo ello sin mostrar un emplazamiento concreto, solo la necesidad de que el espectador aprecie, debajo de toda la posible violencia gratuita, la existencia de personajes humanos que actúan y viven de acuerdo a sus lazos afectivos.
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