En marzo del año 2010 el director de cine iraní Jafar Panahi y su ayudante de producción, Mohammad Rassoulof, fueron acusados de rodar una película en contra del gobierno, lo que les lleva a cumplir una condena consistente en seis años de cárcel y otros veinte sin realizar ningún tipo de largometraje. Revelándose contra la supuesta justicia, los dos deciden apelar la sentencia. Atreviéndose a grabar un día de su vida sometida a la larga espera del veredicto, los protagonistas muestran cual es la auténtica situación que atraviesa el mundo artístico iraní y todos los que se ven involucrados en él. Se arriesgan a enseñar lo que puede llegar a hacer sentirse amenazado, coartado e intimidado, es decir, verse censurado por causa de tu mayor pasión, hacer películas.
¿Qué le ocurre a un pájaro cuando le cortan las alas? ¿Cuál será el destino del pez si le sacan del agua? Que le arrebatan la libertad y las ganas de vivir y de luchar por aquello en lo que creen. Esto mismo intentaron hacer los altos mandatarios de Irán con esos dos hombres, pero nada les impidió seguirlo todo dese cerca y continuar ejerciendo su pasión de mostrarlo, de desenmascarar la realidad, aunque sea con la ayuda de la triste cámara incorporada en el teléfono móvil. Esto no es una película no puede tener un título más acertado. No es ficción, es realidad y para sacarla a la luz no hizo falta imaginación, sino valor. El argumento se cambia por la experiencia personal, el guión por las reacciones instintivas y el escenario por un “campo de batalla casero”.
Panahi no es un director corriente, su carrera ha estado desde los comienzos repleta de luces y sombras. A lo largo de esta trayectoria recibe diversos galardones, como el León de Oro en Venecia, (2000) por El círculo cinta donde habla de los malos tratos a los que quedan sometidas las mujeres iranís por su falta de autonomía. Si hay algún calificativo que defina a sus trabajos, este es atrevido. Defensor de las causas injustas, sus proyectos siempre buscan destapar alguna realidad denunciable. Encarcelado y arrestado en varias ocasiones, es un hombre acostumbrado a dar la cara, como demuestra en su último proyecto con el que se despacha a gusto con todas las autoridades que le impiden expresarse a su modo.
Este documental tendrá defensores y detractores, pero seguro que no dejará a nadie indiferente. Una temática humana que busca concienciar, no entretener. Supone un grito en pleno silencio, un antes y un después en la industria cinematográfica iraní y, aunque no es de corte comercial ni convencional, merece un visionado para poder opinar sobre una realidad casi desconocida para observar los logros de alguien que, por muchas veces que le corten las alas, sigue volando por placer y por su sentido de los derechos de expresión e información.
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