Amalia Casado.- La bomba ha sido la canción del verano, el terrorismo callejero le ha hecho unos coros que no le han desmerecido, y los representantes de este ritmo infernal le han puesto una letra que, aun haciendo apología del terrorismo, les permite bailar en la cuerda floja donde la justicia no puede actuar.
El 8 de agosto estallaba un coche bomba en Zumaia (Guipúzcoa). Eran las doce y veinte del mediodía. Desde una hora antes, los terroristas acechaban y vigilaban al presidente de la patronal guipuzcoana, José María Korta. Cuando salía de su empresa, estalló el artefacto que segó su vida. Tenía 52 años.
El terror coleó tan sólo seis horas después en la calle Platerías de Madrid. A las seis y media de la tarde explotaba otro coche bomba. Lo que pudo ser una masacre de dimensiones incalculables, causó once heridos. La policía pudo desalojar la calle tras recibir una llamada anónima que anunciaba el paso de la guadaña.
El negro 8 de agosto muere. Amanece. Día 9 del mismo mes. A las 15.10 de la tarde, cuatro balas surcan el aire con un mensaje de muerte para Francisco Casanova Vicente. En el garaje de su casa le esperaba un esbirro de ETA. Tendido en el suelo lo encontraron su esposa y sus hijos de tan sólo 7 y 11 años. El subteniente del Ejército de Tierra fue asesinado por la espalda.
Estos tres atentados, dos mortales, se producían después de que cuatro etarras murieran en circunstancias que aún no tienen explicación, cuando explosionaba el coche en el que viajaban. Era la noche del 7 de agosto. Uno de ellos era Patxi Rementería, antiguo dirigente del comando Vizcaya.
Agosto aún daba para otro concierto. La música de la bomba sonaría una vez más. El lugar de la geografía española sería un pueblecito de Huesca, Sanllent de Gállego. Los guardias civiles Irene Fernández Pereda, de 32 años, y José Ángel de Jesús Encinas, de 22, se vieron sorprendidos por la mortal música al explotar su Nissan Patrol. El coche había sido ataviado por los terroristas con una bomba lapa de 10 kilos de explosivos. Desde que ETA anunciara el fin de la tregua, el 3 de diciembre del año pasado, eran ya 11 las víctimas mortales que se cobraban sin permiso ni derecho los asesinos.
Mientras, los simpatizantes de la banda homenajeaban a sus terroristas muertos »