Opinión | La Semana que vivimos - Del 15 al 21 de mayo de 2000 - Número 159 |
PERSPECTIVA El primero es el ministro de Defensa. Federico Trillo, que tan buena imagen se labrara en la Presidencia del Congreso, se ha trastabillado en la primera oportunidad que ha tenido en su nuevo cargo. El desfile militar por Barcelona es un cúmulo de despropósitos en el que se ha creado una polémica y un ambiente enrarecido en un asunto que no tenía por qué haber derivado en lo que ha derivado. El segundo caso es el de la ministra de Sanidad. Doña Celia Villalobos, que también como Trillo se labró una buena reputación en su Málaga querida, ha nombrado a sus colaboradores de confianza y ha dado el primer patinazo. La elección de uno de estos hombres no gustó a la oposición que pidió explicaciones a la ministra por nombrar a alguien con un pasado profesional médico un tanto oscuro. En la tribuna del Congreso, cuando Celia Villalobos ya estaba empezando a estar agobiada por la insistencia de los diputados de los bancos opositores, espetó algo parecido a que la decisión última de escoger a los altos cargos es de la ministra y de nadie más y que por lo tanto, ella elige a quien quiere. Pues sí, doña Celia, legalmente es su decisión, pero los demás parlamentarios, aunque no sean 183, también tienen derecho a controlar su labor y a recibir respuestas convincentes. Esperemos que solo sean dos malos comienzos y que el Gobierno popular no se aleje de ese centro que tanto anhelan y pregonan. Estos ramalazos son preocupantes por lo que pueden tener de simbólicos.
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