Deportes | La Semana que vivimos - Del 15 al 21 de mayo de 2000 - Número 159 |
Roberto J. Madrigal.- Hay quien había definido al Dépor como una parturienta: era primerizo en esto de ganar una Liga y llevaba nueve meses de competición, desde aquella declaración de intenciones que fue la victoria de la primera jornada liguera: una goleada al Alavés -a la postre la revelación liguera- y un liderato más que prometedores. Pero el parto, aunque pospuesto hasta el último momento, no sólo no ha sido doloroso, sino que ha sido un bálsamo para olvidar las meigas de aquella Liga que no llegó a nacer seis años atrás. La victoria coruñesa no ha sido sólo la de un equipo: ha sido la de una ciudad, La Coruña, y una región, Galicia, que consigue por fin rebelarse contra su destino.
EL QUE MENOS FALLÓ La ilusión del liderato dejó paso a un par de meses de tanteo. La primera victoria visitante, que consiguió el Numancia, despertó al equipo coruñés después de unos inicios algo titubeantes. Las dudas se esfumaron cuando el Dépor derrotó al Barça y certificó el liderato, que ya no abandonaría, con una goleada al Sevilla. Entre octubre y diciembre, el equipo encadenó siete victorias seguidas; era la mejor racha de su historia, que le colocaba además con ocho puntos de ventaja sobre el segundo clasificado. Pero esa ventaja se redujo a dos puntos en cuatro partidos; además, las dudas volvieron con la eliminación de la Copa, al perder la eliminatoria contra el Osasuna. En cambio, lejos de hurgar en la herida del desánimo, la visita de otro grande marcó otro punto de inflexión en febrero: el Real Madrid salió goleado, el Dépor jugó su mejor partido de la temporada y se conjuró, de paso, para no dejar escapar ningún punto de Riazor en las últimas quince jornadas: Irureta ya empezaba a hacer cábalas. Los nervios lejos de su estadio, como en Barcelona, y algunos errores arbitrales, como el gol anulado a Songo'o en Soria, devolvieron la emoción a la Liga: el Dépor sentía el aliento del Barça, al que sólo aventajaba en dos puntos. Los coruñeses empezaron a creer en la victoria cuando vieron que, cuando no ganaban, perdían sus rivales. Aunque perdió varias ocasiones para ganar la Liga antes de la última jornada, los coruñeses demostraban que eran el equipo más regular, o el que menos falló: el título liguero, pues, no es ni de lejos inmerecido. UN EQUIPO El Deportivo con más jugadores españoles de las últimas temporadas sentaba, sobre todo, las bases de lo que se ha acabado convirtiendo en una temporada histórica: un conjunto que estaba por encima de las individualidades, capaz de ocultar los defectos de cada jugador, construido desde atrás, con un portero de garantías como Songo'o, bien suplido por el checo Kouba; una defensa conjuntada, sacrificada, sin alardes pero segura, con dos laterales y un central de garantías: Manuel Pablo, Romero y el marroquí Naybet, respectivamente. El medio campo ha sabido reunir la solidez de Jokanovic y Mauro Silva, el trabajo de Víctor y Flavio Conceição en las bandas y los chispazos geniales de Fran y Djalminha para manejar el balón cuando era necesario y para organizar el ataque blanquiazul, bien buscando a los delanteros para un contragolpe letal, bien con centros desde las bandas. La rotación entre Makaay, Pauleta y el Turu Flores ha hecho del Deportivo un equipo goleador: entre los tres han conseguido 38 goles. Se puede decir que el Dépor ha ganado la Liga en Riazor, arropado por su gente y apoyado en la sensatez y la convicción de un entrenador, Jabo Irureta, de que el título no se podía escapar. La torre de Hércules sólo ha visto dos victorias visitantes en toda la temporada. Esa seguridad en casa ha marcado la diferencia con sus rivales, aunque lejos de La Coruña el Deportivo se mostrase tan dubitativo como los demás. UN EJEMPLO PARA LOS MODESTOS El Dépor consigue por fin entrar en la historia de la Liga y erigirse en ejemplo para los modestos, la prueba de que la sombra de los grandes no es tan alargada como se pensaba, de que los sueños están más cerca de lo que parece; de que la Liga española, por fin, la acaba ganando el mejor, aunque no tenga un presupuesto astronómico. El Deportivo puede ser la bisagra que ponga la Liga patas arriba. Esto no ha hecho más que empezar, pero se puede haber escrito la primera página de un futuro prometedor, más igualado y atravesado por la sana competencia, para que de una vez por todas nuestra Liga, la española, llegue a ser, de forma merecida, la mejor Liga del mundo. |