Ramón Valles.- Primero fue el Camp Nou. Un hervidero culé capaz de ganar un partido sólo a base de gritos. Van Gaal apostó sobre seguro y metió en el campo a Guardiola. Los catalanes salieron a barrer y dejaron aquello impoluto.Tocando y tocando, el Barça salía de la presión mareando al rival y llegando además a la portería de De Goey con una facilidad pasmosa. Desailly ya no es el de la final de Grecia y Leboeuf sólo parece funcionar con la selección gala.
La eliminatoria se puso levemente emocionante cuando Flo, el único que llevó peligro y calidad en las filas londinenses, aprovechó un regalo de Hesp en un mal despeje. Figo y Kluivert podrían haber resuelto el papelón ellos dos solos. Les ayudó Rivaldo y se acabó el cuento. Penalti fallado de por medio, los culés fueron una locomotora; la revolución industrial se cebó con los británicos.
El Valencia, por su parte, se plantó en Roma con un resultado holgado a su favor y se dedicó a jugar el partido que le interesaba. Tampoco el Lazio tuvo excesiva ambición. El partido dejó un soberbio gol de Verón y a un Valencia descansado para enfrentarse al Barcelona en semifinales.
Y después llegó la gesta del Madrid. Los blancos sacaron su mejor cara en el teatro de los sueños y su comedia fue el drama de los ingleses. Sobre el escenario, sin trampa ni cartón, sin trucos tras las bambalinas, el equipo de Del Bosque bordó su papel. La defensa no se tambaleó en los balones aéreos, el mediocampo trianguló con velocidad y Raúl no perdonó arriba. Poco después de abrirse el telón, la fortuna se le puso de cara al Madrid con el gol en propia meta de Keane. A partir de entonces, los madridistas rasearon el balón. Cuando eso pasa, los de la Pérfida Albión se desquician.
En el segundo acto, Raúl decidió coronarse como el mejor jugador europeo del momento y en héroe de la obra matando a los diablos rojos en dos jugadas extraordinarias, una que él solo se fabricó, y otra de Redondo (para conservar en la retina) que le sirvió el balón a Raúl para empujarlo. Este Madrid se ha vuelto a hacer respetar en Europa. Se enfrentará al Bayern, de mal recuerdo, pero si juega como en Old Trafford, todos tranquilos: habrá final española.
Velasco y Aránzabal apoyaban bien las bandas, a la vez que se desdoblaban ofensivamente con los extremos del equipo: Etxeberría y Fran. De hecho, el gran partido del gallego del Deportivo apoyado por Aránzabal fue la principal fuente de peligro del combinado español.
Italia cedió el dominio y Valerón y Guardiola supieron aprovecharse. Ambos se entendieron a la perfección en un centro del campo que era suyo. Pero el equipo no acababa de rodar ni de asustar a su rival. Fue entonces cuando, inteligentemente, Camacho dio entrada en el descanso a Alfonso, que sustituyó a un apagado y bien cubierto Urzáiz. El bético estuvo espléndido: Sus constantes movimientos siempre creaban peligro y Raúl encontró el compañero ideal en el ataque. Justo en ese momento llegó su merecido gol.
Se desató la euforia y se descubrieron las carencias de Italia, incapaz de inquietar a Cañizares. El segundo gol llegó otra vez a balón parado. Italia jugó tan mal que hasta se mostró débil en esa faceta. España demostró que, si le dejan, puede hacer un buen fútbol. Todo lo contrario que Italia. Los de Dino Zoff deberán mejorar mucho si quieren estar a un buen nivel en la Eurocopa.
[20-4-2000]